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miércoles, 18 de diciembre de 2013

NUESTRO GHETO DE VARSOVIA


Primero llegó el aumento del paro, favorecido por la Reforma Laboral, pareja a los recortes salariales y confiscaciones. Luego los impuestos, vía IVA y aumento desorbitado de tarifas en luz, gas y agua. La consecuencia del tremendo aglomerado de gravosas cargas es que millones de familias bajo el azote de la pobreza extrema, sin techo, atención sanitaria, ni porvenir, no pueden pagar las facturas ni sobrevivir enteros. La España actual comporta un campo de concentración para, al menos, cuatro millones de almas. Los planes del gobierno espurio y parafscista, no hay que llamarse a engaño, consisten en eliminar ciudadanos. Eliminarlos de una forma u otra, arrebatándoles la dignidad de un trabajo seguro, y el mínimo de garantías que deben cubrir la protección de los más viejos, la educación de los más jóvenes, y la sanidad pública que los conserve saludable en el núcleo familiar.
Esto fue posible durante casi treinta años, ya no. Las premisas de eliminar el déficit, garantizada por la infame cáusula constitucional impuesta por Zapatero y Rajoy obedeciendo a Markel, han conseguido hundir por muchos años la cierta equidad social en este país. Los actuales son sólo el comienzo de esta pesadilla europea, en la que no estamos solos. Al dolor y la impotencia de muchos españoles, despojados de todo bien, se agregan el hambre y la desnutrición, mientras las enfermedades masivas, fruto de la mala vida, asoman en el horizonte cercano. No sólo las del cuerpo, porque si esto continúa, proliferarán la delincuencia y los saqueos, nutriendo a las mafias delictivas de nuevos contingentes.
Sin embargo, en una población crecientemente envejecida, lo que aguardan Merkel, Rajoy y sus cómplices es que los más viejos se mueran, junto a muchos niños desnutridos, y aquellos enfermos desatendidos de larga duración.
Ayer Cayo Lara, líder de la izquierda española, siguió cuestionando las medidas criminales del gobierno, negándose a proveer gratuitamente de gas y luz a familias que no pueden pagar los servicios durante este crudo invierno. Me cayó penoso verle recitar, sin emoción alguna, la pancarta parlamentaria al uso. Ni un gramo de rebeldía en sus gestos y palabras. Parece que el agua ha reemplazado la sangre de sus venas. Los del PSOE, aún peor. Sueñan vivir un tiempo ido, de coloquios ebullentes y maniobras ventajeras que conducen a saciar leves inquietudes de una clientela de clase media, hoy aterrada por lo que sucede a sus vecinos de la planta baja. Por omisión, se niegan a ver y sentir lo que ocurre.
Esta banda criminal y corrupta de estafadores políticos que gobierna, por cuenta propia y de terceros, carece de toda legitimidad. Lo único verdadero y legítimo en este país, es el dolor y la desesperación, o rabia contenida de millones de personas condenadas a la miseria, y la muerte, en todas sus formas conocidas.
A los que mandan, sus patrocinadores y cómplices, les sobran cuatro millones de habitantes, que hoy viven en un gheto parecido al de Varsovia, esparcido por las humildes barriadas de todo el mapa. Quien no lo asuma como propio dolor, será tan malnacido y marcado a fuego como aquellos que lo provocan...

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