Con
el 62% Bachelet, la hija de una víctima de Pinochet, derrotó en las
urnas de Chile a Matthei, descendiente de un ladero uniformado del
déspota y favorita de Piñera, último mandatario de una derecha ya
vencida previamente por la movilización popular. La Presidenta electa se
enancó en esas protestas, prometiendo un ejercicio menos conciliador
con la feroz derecha local, que el
desarrollado antes de que Piñera ahondara el abismo existente entre
ricos y pobres, hasta extremos insostenibles. Que la socialista
blandengue se endurezca o no, lo dirá el futuro. Pero sin duda algo va a
cambiar por fuerza mayor. De momento, Chile se integra a las
democracias sociales de América Latina, para incomodidad del Imperio,
siempre atento y vigilante con sus espionajes a la carta. Washington ya
no es la oculta capital de muchos países del continente, pero sigue ahí,
con sus diplomáticos y agentes políticos locales, poniendo palos en la
rueda del progreso, en lo que antaño fue su patio trasero...
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