En
otros siglos o desdichadas circunstancias de ciertos países, o en este
mismo, gastaban (y gastan) capucha, a la que se agregaban el hacha tradicional, el
tiro en la nuca u otras muertes bárbaras.
No me refiero hoy a los
tradicionales verdugos, sino a los que gastan maneras amables, hablan
varios idiomas y visten ropa oscura de marca. Señalamos a los hombres de
negro de la Troica comunitaria, mezcla
de verdugos e inquisidores financieros. Ellos determinan qué miembros de
la Unión Europea deberán padecer recortes sin fin para no ser echados a
patadas del supuesto Paraíso.
Detrás de estos señores operan tipos
como Schaüble, ese inválido teutón, dispuesto a rebanar millones de
piernas necesarias, equilibrando impedimentos. Más abajo, Draghi y Olli
Rehn desempeñan funciones en ciertas áreas de dominio, complementadas
por eurofuncionarios como José Manuel Durao Barroso y el "socialista"
español Joaquin Almunia.
Fracasado el último en remotas elecciones
generales, este ex ministro laboral ha devenido en el verdugo perfecto
del tinglado paneuropeo de Bruselas; superior en frialdad operativa y
ausencia de escrúpulos al portugués.
No llama la atención que
Rubalcaba esquive expulsarle oficialmente del PSOE. Ellos firmaron junto
al PP esa brutal cesión de soberanía al modificar la Ley Fundamental,
primando el pago de la deuda exterior.
Altísimo funcionario y
castigador de éxito en su ámbito, Almunia sólo aplica lo que sus
conmilitones de las alturas signaron antes. Achacarle ese y otros males
es posible, desde el punto de vista moral, no funcionarial.
En las
entrañas de ese monstruo burocrático rendido a los lobis financieros, el
dinero abundante circula por el tapete verde de esta timba continental, abultando los bolsillos de
siempre. Jugar con cartas marcadas con rivales inermes da seguros
dividendos. Eso mismo sucede, mientras los verdugos locales, corruptos e
insensibles se forran, ejecutando órdenes sangrientas.
Los
recortes, estafas y despojos se ejecutan sin piedad en diversos
territorios. Con ellos, avanzan el hambre, la desprotección social,
junto a toda suerte de miserias y arbitrariedades.
Todo se perpetra
en nombre del bienestar europeo. Sabemos que es el de unos pocos, sin
que ningún país victimizado consiga levantar cabeza.
Quizá, porque la moderna hacha de los verdugos las cortó antes de cuajo.
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