En
mis libros sobre Perón planteo la contradicción entre democratización
social y tiranía política; señas palmarias del régimen hasta en su
versión ultima, bastante paupérrima. Hasta hoy en Argentina pervive la
huella fundacional del primer peronismo. con su catarata de beneficios
sociales, jamás igualados a posteriori, aunque los Kirchner se empeñen
en atribuirse su continuidad. La
emergencia del ´45 y su incuestionable triunfo sobre el frente conservador, integrado por socialistas, comunistas y el Departamento de Estado, acreditó una base
material importante- fruto de los bienes acumulados en la posguerra- que
fue exinguiéndose durante los diez años siguientes.
La vigencia
efectiva de cualquier movimiento político reconoce esa base. Sin ella,
la supervivencia es imposible o, al menos precaria.
El peronismo, que en su momento y también después desbancó la ofertas socialistas y de izquierdas,
salvó la primera de esas barreras por una razón fundamental. La oferta
liberal, asentada políticamente en la tradición de clases medias que
disputaban la distribución de la renta a las clases bajas, apoyándose en
el grueso de la débil burguesía, y durante cincuenta años en las FFAA y
su despótico arbitraje, conservó esa tradición, refrendada tras el
doble fracaso de Alfonsín, y el frente de centro derecha con maquillaje
izquierdista que sucedió al miserable Carlos Menem. Un frégoli de la
política criolla, de profesión entregador del patrimonio nacional.
La gestión de la familia Kirchner desarrolló un éxito parcial remontando
el desastre del 2001 gracias a la soja, y una serie de concesiones
sociales, de caracter asistencial y sustancia clientelar. Un logro
agregado devino el impulso a la Memoria Histórica, junto al juicio
continuado a represores, -exceptuando a varios, operantes entre el ´73 y
el ´76-, como preludio al posterior genocidio militar.
En política
exterior se apuntan contradicciones de importancia; destacando empero
las distancias con Washington, comunes a Brasil, Bolivia, Nicaragua,
Ecuador y Venezuela, mientras se conservaban los lazos simbólicos con
Cuba.
De momento, los opositores liberales de este peronismo
disfuncional no prometen amparar desde el poder lo que es digno de ser
amparado, no como conquista de los Kirchner, sino de la mayoría de los
ciudadanos.
Es cierto que la corrupción oficial y la inseguridad
pública existen, junto a una inflación casi desbocada. Pero el remedio
liberal se parece demasiado al de los viejos enemigos de Perón. Macri es
un exponente de ello, sin ser el único. En Massa, Scioli, Alfonsín Jr.,
Carrió, Estolbizer y etc. asoman añejas huellas de identidad. Un ADN
que promete medidas de ajuste y regimentación social.
Un ejemplo
histórico de esa tradición fue Arturo Frondizi, liberal teórico y
estafador práctico desde el Sillón de Rivadavia. Otro, el difunto Raúl
Alfonsín, cediendo parcelas sociales y éticas a los poderes fácticos.
Hablar de Carlos Menem significa reunir en su persona lo peor de Perón y
sus enemigos liberales. Casi hundió el peronismo. Eso creían sus
opositores; hecho desmentido por la realidad posterior, acreditando el
fenómeno una cierta regeneración.
El caso es que la Historia vuelve a
demostrar que ningún movimiento social y político desaparece por
completo sin gastar sus últimos cartuchos. Los últimos once años fueron
aprovechados para reflotar viejas ideas, sumándoles otras nuevas, y por
sobre todas las cosas necesarias, junto a otras, francamente cesaristas,
demagógicas y poco útiles.
Es probable que el peronismo siga en pie
mediante esta u otra versión. De momento, la Argentina continúa siendo
un país emergente sin la base material que autorice un nuevo movimiento
político y social.
A diferencia de Brasil, acreditando de una
burguesía industrial sólida, aquí no existe otra que la conectada al
Estado y sus negocios, fatalmente sembrados de coimas.
Pese al
desarrollo sostenido en estos años, los bienes primarios de exportación
aún no fueron reemplazados por una estrategia de franca
industrialización. Mientras ello no suceda, el populismo, con aderezos
más o menos liberales seguirá en su sitio, remitiendo a una idea del
pasado las funciones del presente.
Con unas FFAA saludablemente
empequeñecidas y sin capacidad de cortar la baraja política, el futuro
se dibuja promisorio. A ellas, recuerdo, perteneció en cuerpo y alma
Juan Perón. Ahora, el hoy pertenece de lleno a la sociedad civil , y el
aliento capaz de imponer la potestad política de una democracia social
avanzada.
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