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domingo, 22 de septiembre de 2013

LA HORA ARGENTINA



En mis libros sobre Perón planteo la contradicción entre democratización social y tiranía política; señas palmarias del régimen hasta en su versión ultima, bastante paupérrima. Hasta hoy en Argentina pervive la huella fundacional del primer peronismo. con su catarata de beneficios sociales, jamás igualados a posteriori, aunque los Kirchner se empeñen en atribuirse su continuidad. La emergencia del ´45 y su incuestionable triunfo sobre el frente conservador, integrado por socialistas, comunistas y el Departamento de Estado, acreditó una base material importante- fruto de los bienes acumulados en la posguerra- que fue exinguiéndose durante los diez años siguientes. 

La vigencia efectiva de cualquier movimiento político reconoce esa base. Sin ella, la supervivencia es imposible o, al menos precaria. 
El peronismo, que en su momento y también después desbancó la ofertas socialistas y de izquierdas, salvó la primera de esas barreras por una razón fundamental. La oferta liberal, asentada políticamente en la tradición de clases medias que disputaban la distribución de la renta a las clases bajas, apoyándose en el grueso de la débil burguesía, y durante cincuenta años en las FFAA y su despótico arbitraje, conservó esa tradición, refrendada tras el doble fracaso de Alfonsín, y el frente de centro derecha con maquillaje izquierdista que sucedió al miserable Carlos Menem. Un frégoli de la política criolla, de profesión entregador del patrimonio nacional.
La gestión de la familia Kirchner desarrolló un éxito parcial remontando el desastre del 2001 gracias a la soja, y una serie de concesiones sociales, de caracter asistencial y sustancia clientelar. Un logro agregado devino el impulso a la Memoria Histórica, junto al juicio continuado a represores, -exceptuando a varios, operantes entre el ´73 y el ´76-, como preludio al posterior genocidio militar. 
En política exterior se apuntan contradicciones de importancia; destacando empero las distancias con Washington, comunes a Brasil, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Venezuela, mientras se conservaban los lazos simbólicos con Cuba.
De momento, los opositores liberales de este peronismo disfuncional no prometen amparar desde el poder lo que es digno de ser amparado, no como conquista de los Kirchner, sino de la mayoría de los ciudadanos. 
Es cierto que la corrupción oficial y la inseguridad pública existen, junto a una inflación casi desbocada. Pero el remedio liberal se parece demasiado al de los viejos enemigos de Perón. Macri es un exponente de ello, sin ser el único. En Massa, Scioli, Alfonsín Jr., Carrió, Estolbizer y etc. asoman añejas huellas de identidad. Un ADN que promete medidas de ajuste y regimentación social. 
Un ejemplo histórico de esa tradición fue Arturo Frondizi, liberal teórico y estafador práctico desde el Sillón de Rivadavia. Otro, el difunto Raúl Alfonsín, cediendo parcelas sociales y éticas a los poderes fácticos. Hablar de Carlos Menem significa reunir en su persona lo peor de Perón y sus enemigos liberales. Casi hundió el peronismo. Eso creían sus opositores; hecho desmentido por la realidad posterior, acreditando el fenómeno una cierta regeneración.
El caso es que la Historia vuelve a demostrar que ningún movimiento social y político desaparece por completo sin gastar sus últimos cartuchos. Los últimos once años fueron aprovechados para reflotar viejas ideas, sumándoles otras nuevas, y por sobre todas las cosas necesarias, junto a otras, francamente cesaristas, demagógicas y poco útiles.
Es probable que el peronismo siga en pie mediante esta u otra versión. De momento, la Argentina continúa siendo un país emergente sin la base material que autorice un nuevo movimiento político y social. 
A diferencia de Brasil, acreditando de una burguesía industrial sólida, aquí no existe otra que la conectada al Estado y sus negocios, fatalmente sembrados de coimas. 
Pese al desarrollo sostenido en estos años, los bienes primarios de exportación aún no fueron reemplazados por una estrategia de franca industrialización. Mientras ello no suceda, el populismo, con aderezos más o menos liberales seguirá en su sitio, remitiendo a una idea del pasado las funciones del presente. 
Con unas FFAA saludablemente empequeñecidas y sin capacidad de cortar la baraja política, el futuro se dibuja promisorio. A ellas, recuerdo, perteneció en cuerpo y alma Juan Perón. Ahora, el hoy pertenece de lleno a la sociedad civil , y el aliento capaz de imponer la potestad política de una democracia social avanzada.

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