La compatriota de Hitler y el de Franco, estrechando pezuñas con una sonrisa
Llegan
duras estadísticas sobre los españoles que migran a Alemania. Las dos
terceras partes de ese contingente, juvenil en su mayoría, regresan
decepcionados. A diferencia de la antigua corriente migratoria, el filtro se procura los más cualificados. Aquellos en los que invertimos los abundantes presupuestos públicos del pasado. Es una expropiación de bienes en toda regla.
En el reino de Merkel y el Bundesbank las reglas de
juego admiten ciertas semejanzas con la política nazi en los territorios
ocupados, girando parte de su población laboral a los "acogedores"
predios del Tercer Reich. Era una leva
forzosa y militarizada. A esta otra la militarizan el hambre y la falta
de futuro. Es la "movilidad geográfica" que define nuestra indigente
fregona de la cartera laboral, Fátima Báñez, ocultado su forzosa e
infame circunstancia. Trabajar en el supuesto paraíso implica dominar el
idioma vernáculo. No sirve el inglés. También conlleva el respeto
estricto por las reglas y normativas virtualmente prusianas que rigen
para la fuerza de trabajo, de abultados minijobs. La tierra de los
caballeros teutones lleva en su ADN esa antigua premisa disciplinaria,
no exenta de fanatismo voluntarista y manifiesta crueldad.
Durante
la invasora dictadura nazi, países europeos forzosamente rendidos a la
pesadilla de su potencia militar entregaban a la feroz e insaciable
maquinaria de guerra la sangre, el sudor y las lágrimas, que Winston
Churchill reservaba para resistir con valor esa enorme voluntad homicida
de la potencia bélica alemana.
Los tiempos de guerra han cambiado,
no en cambio su naturaleza. La irrupción armada halló su reemplazo siete
décadas después de enterrados Hitler y su régimen genocida, en las
finanzas y la economía de un país reunificado gracias a sus vecinos
oficiosos. No habíamos aprehendido las lecciones de la Historia...
La colaboración de las élites políticas en países como España, Grecia,
Portugal, Irlanda e Italia en esta política tentacular, valiéndose del
control absoluto de la UE y la moneda asimétrica y el pago compulsivo de
las deudas con la banca teutona, no dista mucho de la que prestaron
entonces en países ocupados los Pétain, Hörty, Quislig y Laval. También
Franco, que era en realidad un invasor interno. En todos los casos y mientras no se tratase de burgueses judíos, el ocupante permitió que las clases altas, pese a la mengua de ingresos, desviados compulsivamente al territorio conquistador, disfrutaran de buenos niveles de vida. De hecho, constituían los mejores aliados de su sangrienta cruzada.
En la ocasión, los
servidores del V Reich se valen de una democracia continental en plena
erosión. Los Rajoy, Samaras, Leta o Passos Coelho desempeñan el papel
entregador de la soberanía, el espacio social de bienestar, los salarios
del pasado y parte de la juventud, su brío y talentos, con puntual
eficiencia, ante la desorientación de ciudadanos acostumbrados a votar, y
poco más.
Entre las muchas semejanzas del ayer y el hoy en Europa,
despuntan la constante erosión de la clase media y la devastación
proletaria, afirmada en Grecia y España por las altísimas cotas de
paro. Sin disparar un tiro Merkel y sus huestes han conseguido
reforzarse. Fue a costa del pavoroso empobrecimiento de los países del
sur. En ellos, miseria y desesperación presagian muertos.
No son ni
serán despedazados por las bombas y la metralla, pero la consecuencia
última llega de un modo u otro, con el final de la vida...
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