Cualquier
relación despótica entre un gobierno y su sociedad civil es violenta.
Cuando en España hablamos de democracia no recogemos lo que de ella
queda, sino de su mengua constante, por efecto de una virtual dictadura
parlamentaria, asistida por temulentos opositores. Mientras tanto,
arrecian nuevas confiscaciones y recortes, sin que el crédito bancario
fluya hacia las pymes y familias. El
único plan de Rajoy y su tropa, consiste en ejecutar las órdenes que
imparten Berlín, Bruselas, la Troica y el FMI, en tanto campan el
deterioro de las instituciones, la precarización laboral y una
corrupción bien focalizada en el Partido Popular. Junto a la furia
depredadora del espacio público, la sanidad, educación, y ahora las
pensiones, desde las esferas oficiales se propagan medias verdades y
optimismos falsos, ocultándose las cifras del despojo constante y su
consiguiente tragedia social. ¿Hasta cuándo durará la estafa?, se
preguntan muchos españoles. Y la respuesta no es otra que hasta donde
aguante el cuerpo social. Por momentos da la sensación que esa mórbida
paciencia colectiva -mezcla de pesimismo, desazón y estupor- se
prolongará hasta el final de la legislatura.
Desde las alturas nada
se mueve al respecto. Ni siquiera un perdulario como el señor Rajoy,
cabeza del gabinete/ basura, pescado in fraganti en clamorosas
transgresiones políticas y dinerarias, se aviene a renunciar.
A ese
increíble fenómeno suma el respaldo personal al listado de gestores y
ministros impopulares que le secunda, amén de autoridades partidarias
francamente grotescas, y parlamentarios absolutistas rendidos a su
dudoso encanto.
Para ellos, en su ya manifiesta ficción de
aceptación popular, la cuestión es matar o morir mientras siga en pie el
tenderete legislativo.
El respaldó último a estos liquidadores del
Estado y sus instituciones proviene de una política neoliberal,
triunfante hoy en Europa.
Los plácemes oficiales ante la victoria
autóctona de Frau Merkel, brindados calurosamente por el mejor aliado en
la periferia, señalan su propio reforzamiento local. Con el mismo, la
violencia despótica que ampara esta formal mayoría absoluta continuará
vigente, junto a nuevos ataques al ya moribundo equlibrio social.
Las especies peligrosas del tenor no se detendrán, ni van a retroceder. A
menos que nosotros avancemos con paso firme en otra dirección.
Esto, que hoy parece una quimera, podrá realizarse mediante un amplio
frente social y político, sin esperar que las formaciones de hoy lo
hagan.
La sociedad política española se corresponde al país de los
últimos treinta y cinco años. De no cambiar en la emergencia su
estructura molecular, generando nuevos programas y líderes desde la
sociedad civil, nos aguarda morir con ella, fundando de hecho el ya
naciente mapa de la exclusión. Injusto y prepotente; corrupto y
violento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario