Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 25 de octubre de 2009

VENEZUELA: EL CAMINO DEL INFIERNO Y EL AJUSTE DE CUENTAS FINAL.

Dos marciales tiranos rodeados de soldados iraníes, en Teherán.

La deriva totalitaria de Hugo Chávez y su régimen presagian días de luto para Venezuela.

Mediante la constitución (inconstitucional) de las Milicias Bolivarianas y la instauración del servicio militar obligatorio (de un año de duración) la crispación política del país sube varios decibeles.

El populismo torna a manifestar su vocación fascista, camuflada detrás de la justicia social y la lucha antiimperilista. Perón fue el precursor; Chávez su aventajado discípulo. Militares ambos, proceden con idéntico celo amordazando la libertad de Prensa con burdos trucos seudolegales, sembrando un odio social que políticamente capitalizan.

Entre la dictadura del otro y este mesías median sesenta años. Formalmente, el Perón más rutilante perdió el poder en septiembre de 1955. El más fugaz, fallecido hace ya 35 años antes de que su régimen póstumo y crepuscular hiciese aguas, se descompone encriptado y sin manos. No por cierto su legado, radicalizado fuera de su país en la persona de Chávez, por la influencia de los hermanos Castro, y el respaldo de regímenes continentales como el de Nicaragua, y en menor grado los de Ecuador y Bolivia.

Allende los mares, el antiguo golpista, heredero del fracaso de los Caldera y los Pérez, supo hermanarse con la mafia de Putin y la de los Ayatolás fraudulentos, representados por el siniestro Ahmadinejad. Sobre todo el último, representa el despotismo en estado puro y la militarización compulsiva de la sociedad, esgrimiendo valores religiosos y antiimperialistas, centrados en el odio a EEUU e Israel, antes que en la injusticia social.

Entre los temibles Pasdarán del "mandado" de Jamenei y las milicias chavistas cabe una trágica simetría.

En adelante, los garrotazos, cárceles, torturas y asesinatos de opositores serán el pan de cada día en otra sociedad enferma.

El código populista se activa en nombre de la justicia para los pobres y acaba reforzando un poder mesiánico, soportado en una corte de obsecuentes y corruptos provenientes de todas las esferas.

En ese caldo de cultivo la asfixia política crece, al tiempo que la nueva casta adoradora del Totem, se afianza mediando prebendas y limosnas en serie.

La parte del león se la llevan la elite y en este caso los altos mandos chavistas, nadando en las regalías petroleras. El torrencial derroche de recursos, escamoteado al apuntalamiento real del desarrollo económico, la sanidad y la educación, lastra el futuro nacional arrojando en el presente carencias en los servicios esenciales. Ahora en el emporio petrolero del chavismo, falta el agua potable. Pronto harán su aparición otras, tan o más gravosas.

El Estado cubano es hoy el paradigma de las mismas. El argumento que señala un consumo mínimo generalizado, distanciando de la miseria absoluta que reina en muchos enclaves latinoamericanos a sus habitantes, no salva la ropa de una odiosa tiranía y sus reales beneficiarios ¿O es que el alto funcionariado y los servidores activos del sistema padecen las restriciones alimentarias del pueblo llano?

Venezuela va en esa dirección en tanto sea el megalómano Chávez quien gobierne el país. Reforzado por estas milicias civiles, dependientes de los generales, coroneles y pistoleros de turno, el régimen cierra el nudo corredizo sobre la oposición.

En la tarea le respaldan sus amigos ideológicos, las simpatías de los Kirchner en Argentina, la benévola tolerancia del basileño Lula y la señora Bachelet en Chile, o la neutralidad de México.

Quizá el único gobierno enfrentado a Chavez sea el del colombiano Álvaro Uribe Vélez, heredero político del narcotráfico, los paramilitares y el Pentágono. Igual condición reclama el golpista y usurpador hondureño Micheletti.

Con esta clase de enemigos, Chávez no hace más que reforzar su controvertida posición en el concierto americano.

Interesa sin embargo lo que sucede puertas adentro. La mitad de los venezolanos aborrece al dictador; cuyo prestigio de salvador patriótico tampoco llega a contentar una base social en la que los desertores van creciendo en número con el paso del tiempo.

Al Perón de 1954/55 le ocurrió otro tanto. Ante los gastos crecientes que exige extender el aparato represivo y seguir abasteciendo mal que bien a su base social, en las cuentas del estado despuntan crecientes números rojos.

Es temerario aventurar cuál será el futuro inmediato de Venezuela. Lo cierto es que cualquier dictadura empieza a descomponerse al minuto siguiente de establecerse, en una forma u otra.

Las fugas hacia adelante (incluso hasta las guerras de Hitler, Mussolini, los militaristas japoneses o los genocidas argentinos) reflejan eso; aunque presuman de otra cosa.

Por ende, la hoja de ruta de los tiranos señala el camino del infierno y el ajuste de cuentas final con tanta ignominia...



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