Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

jueves, 22 de octubre de 2009

UN CARACOL ATÍPICO Y RESPETUOSO DE LAS TRADICIONES.

Bien alimentado y fornido, la cámara capta la centrada imagen del Juez Solaz.

El mote de "cargol" (caracol en voz catalana) le cae por la parsimonia en los procedimientos. Y hay cierta lógica en la sobreimpresión de pila.

Un aspecto como el suyo, nos refiere calma y templanza en la sobremesa de la vida. Quizá por ello demoró más de ochenta días en ordenar la comparecencia de Félix Millet, mientras el acusado y su lacayo (Jordi Montull) aprovechaban las horas, días y semanas en eliminar pruebas incriminatorias.

Finalmente, el magistrado (de quién no pongo en duda la honestidad, pese a sus controvertidas actuaciones liberando a responsables del crimen acaecido tiempo atrás en la Villa Olímpica)) asimiló la comparecencia del que fuera honorable caballero de la "Creu de Sant Jordi" y vástago de una dinastía entegada al Arte y en lo que toca al pasado más inmediato al franquismo, deparándole una reconfortante libertad sin fianza.

El fenómeno que ha permitido a Millet sobrevivir saqueando tantos años desde una posición de poder basada en la mera genealogía y transmisión hereditaria de cargos y potestades, es el mismo que mece la sobremesa de este juez: la honda tradición de la Catalunya feudal, presente en el nacionalismo que une las clases sociales con el pegamento patriótico silenciando el eco rebelde de muchas voces.

La galería de personajes que presenta el fenómeno cuenta con amplia base de masas y un Fútbol Club azulgarana que lo es todo en el fervor popular.

Catalunya, el "Barsa" y los personajes que hicieron la vista gorda con Millet desde 1990 siguen en el candelero. Jordi Pujol conserva intacta su honorabilidad presidencial más allá del relevo. Los jerifaltes de Convergencia Democrática de Catalunya y los de Unió, gozan de prestigio y votos, al igual que los de la Esquerra Republicana; suerte de condotieros bien asimilados a la función pública.

Ahí lo tienen al impetuoso Joan Puigcercós, siempre en recio combate con su egomanía, alzando la mandíbula como Mussolini; o a Josep Lluís Carod Rovira, segundo de a bordo en la Generalitat y suerte de Ministro de Exteriores del catalanismo, fundando embajadas en el exterior a golpe de talonario, mientras tierra adentro superamos el medio millón de parados.

En el gobierno Tripartito local y merced a las premuras del Partit dels Socialistas de Catalunya y su capo, señor Montilla, los independentistas se dicen republicanos, y de hecho lo son en su imaginario, de una curiosa República Feudal no explicitada aunque efectiva hoy en la repartija de cargos, sueldos confortables y prestigio social.


No digo con esto que los políticos de mi tierra estén cortados por el mismo patrón, ni que todos los dirigentes de Esquerra gasten sus modales, pero una serie de ellos actúa como si las ordenanzas del medievo se aplicaran en Catalunya, al amparo de un singular amor a la Patria.

El injustificable trato de favor que recibió en vida funcionarial y recibe aún hoy Millet en esta suerte de periplo vacacional que le depara Solaz, sólo se explica por este síndrome nacionalista anclado en el ayer de siglos. La probable candidatura política del Presidente del FC y confeso independentista, señor Laporta -a salvo de ser comparado con el aludido chorizo y sus tropelías-, inmediatamente bendecida por los jerifaltes de ERC, refleja otro ángulo de la tradición. El club de fútbol es otro feudo sagrado al que se rinde culto, arriba y abajo. Y Laporta pertenece al que patea la pelota desde arriba de todo.

La premura de democratizar el territorio situándolo en el siglo XXI lo demanda la virulencia de esta crisis económica y su reflejo moral. El caso Millet dejó al descubierto miserias propias de una sociedad política que hace del alto funcionariado público un culto a la dejación y la impunidad. En nombre del totem y "el país" o "casa nostra", se rinden tributos y gabelas que pagamos los ciudadanos a la "Cosa Nostra".

Quizá algunos jueces -como los que anteayer enfrentaron a la fiscalía y censuraron las críticas de muchos colegas al procedimiento del Juez Solaz- no se sientan saqueados por Millet, Montull y sus socios en la sombra, o piensen que el honor corporativo de la judicatura debe ser preservado de maledicencias, más allá del acierto o error puntual.

La mayoría de los ciudadanos cree lo contrario. Cualquier fallo judicial puede ser recurrido además de criticado. Al fin de cuentas los magistrados son humanos y sus fallos pasibles de fallas. Que algunos señores con toga o sin ella no perciban que Millet les metió la mano en el bolsillo, es cuestión de ellos.

En cualquier caso abundan los argumentos que señalan la conveniencia de investigar a fondo las conexiones del ladrón con el estamento político y otros poderes fácticos.

Retenerle el pasaporte y dejarlo suelto para que siga el baile y se borren numerosas huellas delictivas y comprometedoras de terceros en esta dolosa charada, no comporta la mejor resolución judicial. Si detrás de la corrupción que envuelve el affaire Millet hubo financiación ilegal de partidos políticos, nuestro propio "Caso Gürtel" debe salir a luz, junto a un serio debate sobre las estructuras feudales que desde hace años vienen sumiendo en el razago a Catalunya.
Rebasando cualquier orgullo patriótico se impone la verdad.
Y la de puertas adentro expone un oscuro horizonte desde este presente, prieto de soberbia y fanfarria, en el que la virtud se aferra tercamente a la tradición sin otra moral que la acredite.




No hay comentarios: