Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 5 de octubre de 2009

HASTA LUEGO, MERCEDES.

Ella y las flores, un fruto indivisible de la Madre Naturaleza.
Se nos fue la tucumana más poderosa. Hija del amor y la pobreza, Mercedes le cantó a la vida desde chica. Seguramente cuando empezó ya era grande. Pero la grandeza de alguien no es de veloz dominio público. Y ella, paciente y buenaza, muy amiga de sus amigos, debió templar el prodigioso acento y la magia de sus acordes en las fiestas populares de su tierra. Después se aventuró en las cuevas casi anónimas de la Capital Federal, dónde la retribución por un canto es el guiso o la cena con el tinto de mesa. Tratándose de ella, la victoria sobre el anonimato fue suceso inevitable aunque llevara su tiempo.
Desde la primera vocalización, la Negra transmitió las latencias de su tierra. Los temas que escogió su voz llegaban a las almas sensibles por la doble vía del arte y la emoción. Conmovía a los parroquianos de las tabernas con su canto al compás de la guitarra y alguna percusión. No voy a citar los triunfos que por doquier llegó a acreditar, porque sería empequeñecer el hecho de que el triunfo conjunto del Arte y la vida eran ella misma, fluyendo desde su sangre criolla, sobreponiéndose al drama cotidiano de los suyos, fuéramos o no tucumanos.
Sus enemigos, los que la vejaron desde siempre, exiliándola unos años o prohibiéndola en las emisoras, también fueron nuestros enemigos. La ningunearon hasta dónde pudieron, ya en la democracia ésta de ricos y ladrones, sin acallar su voz ni herir su leyenda. En eso, Mercedes era fuerte y perenne.
Ayer se nos fue en la larga siesta de una clínica, tras súbitas complicaciones orgánicas. Dicen que debido a cruciales entreveros hepáticos; también a no dudarlo, por el hondo dolor de ver a los suyos padecer la exclusión en un país que dicen, allende los mares, es inmensamente rico.
Veo la foto de la Presidenta de ocasión, entregando una flor al féretro, abierto aún y la indignación me gana el pecho. La imagen suena al genial dibujo de Quino, aquél del negrito harapiento que recibe la limosna desde el anónimo conductor de un lujoso automóvil modelo "Lincoln"...
Mercedes se fue como vino al mundo. Con lo puesto y una voz que nunca se irá. A los grandes se les llena de flores en vida. De poco sirve llorarlos con lágrimas de saurio o gestos promocionales. Más vale escuchar sus trovas, y aprender. Siempre aprender. Y si no se aprende, al menos callar.
Mercedes Sosa era y será como el Sol, el viento y los cañaverales del Norte; como las cálidas chozas de los que sobreviven con poco y nada; tal como manda el sentimiento de quienes soñamos que algún día, la justicia social sea la bandera de todas las patrias y el orgullo de todos los hombres.
Entonces, será su sentida y maravillosa voz la que cante nuestro himno.

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