Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 4 de abril de 2009

UNA HISTORIA QUE SE REPITE.

El general de la reserva Raúl Isaías Baduel, víctima anunciada de un torvo afán dictatorial.

El rastrero proceder de Hugo Chávez recuerda el que Juan Perón destinó a su camarada y amigo Domingo Alfredo Mercante, en las postrimerías de su gobernación al frente de la Provincia de Buenos Aires.

La diferencia entre uno y otro caso, radica en que el Coronel que le acompañaba desde 1942 no fue a dar con sus huesos a una cárcel. A cambio, se le expulsó del Partido Peronista, expurgándose su presencia o mención en los medios orales, radiofónicos y escritos. La causa aparente que provocó la poderosa enemistad presidencial radicó en las supuestas ambiciones que albergaba de sucederle en el cartel electoral de 1951.

En realidad las causas superaban los celos. Mercante era un político dialogante con la oposición. Con muchos amigos radicales -de los que Perón se sirvió en su escalada de poder-, conservaba el talante liberal, a pesar de las chances que le otorgaban el cargo y el respaldo total del matrimonio gobernante para arrinconar a sus enemigos políticos.

Una honesta gestión de la cosa pública, contrapuesta a la poco transparente del Líder y sus funcionarios, amenazaba con poner en peligro la absorbente estrategia presidencial, claramente tiránica y por ende corrupta. Un anticipo de esta ojeriza implacable llegó, cuando en 1949 la Constitución Justicialista casi veda -a su instancia, pues Mercante presidía la Convención Constituyente -la reelección presidencial que prohibía expresamente la de 1853, y que ni siquiera el general Justo se atrevió a transgredir en 1938.

Al igual de quién fuera su fiel lugarteniente en instantes aciagos, Baduel acompañó durante años a Hugo Chávez, salvándole el trasero durante el golpe de Estado de militares coaligados con los popes de la Cofindustria, bajo el "vist i plau" del Departamento de Estado.

Titular de Defensa durante un tiempo, era considerado el lógico sucesor de Chávez, hasta que, harto de sus manejos y en vista de su irrefrenable paranoia, rompió lanzas con él, abandonando el cargo y declarándose opositor.

Ahora, su ex compadre, reforzado por el último resultado plebiscitario, le ha encarcelado por medio de la Justicia Militar, acusándole de haberse apropiado de dieciséis millones de dólares durante el periplo ministerial.

Cierto o falso, suena a paradoja que un Gobierno corrupto hasta el tuétano acuse de ladrón a quien abandonó el barco, enfrentando con valor al que detenta el timón del Estado con poderes casi omnímodos.

En lo inmediato, el destino de Baduel se presenta aciago mientras el chavismo azote Venezuela. El del ex camarada de Perón peligró unas semanas, sin que la enemistad del otro pasase a mayores, pese a las presiones de algunos funcionarios cercanos al despacho presidencial.

Habiendo anunciado el retiro meses antes de concluir su doble periodo al frente de la gobernación, Mercante abandonó el campo político, dedicándose a sus dos familias y los numerosos descendientes.

Menos afecto al retiro, el prisionero del chavismo atiende a una sola. Por ahora, la intención de su carcelero es alejarlo de ella y los medios políticos opositores, alargando la prisión del General mediante el diktat condenatorio que su amigo Fidel Castro ensayó con Huber Matos, y otros rebeldes a sus dictados.

El dócil tribunal militar que ordenó formalmente la detención y posterior reclusión de Baduel en el penal de Ramo Verde es esclavo del propósito.

Pero una cosa es la intención y otra su efectivo cumplimiento.

A diferencia de Cuba, en Venezuela la oposición acredita fuerza de masas y una inquebrantable voluntad democrática. Por ende es probable que, si el prisionero permanece mucho tiempo tras las rejas, los ciudadanos libres hayan encontrado por fin, al líder que toda causa justa requiere para terminar, a la corta o a la larga, con cualquier tiranía.

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