Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 13 de abril de 2009

LEGADOS 2...

El candidato Laborista, coronel Juan Perón, ajustándose la corbata frente a un espejo de lavabo en un vagón de tren, hacia febrero de 1946.
Seguramente, se miraba sin verse a fondo...

¿Cuál fue en realidad, el legado de este democratizador social y tirano político en los hechos?

El de una doctrina poco rigurosa, basada en el verticalismo y un bienestar social que distó de ser perenne. En el ecuador de los años ´40 Perón pudo realizar su raid camino al poder absoluto gracias a las leyes sociales que implementó durante las dictaduras militares que integraba, en las que fue ganando el primer plano.

Nada, es cierto, le llovió del cielo, salvando su pertenencia a un Ejército resuelto a tutelar la sociedad civil y sus partidos políticos sin interferencias, desde el 4 de junio de 1943.

El respaldo de la clase obrera, los contingentes policiales, el sector nacionalista de la clase media y buena parte de la oficialidad de las FFAA (sobre todo en la dominante Arma de Tierra), decidió salvarle de un serio traspié, el 8 octubre de 1945, facilitándole un bautismal liderazgo de masas el 17, y el triunfo electoral en febrero del siguiente año. A diferencia de lo sucedido doce años antes, los militares garantizaban el mandato constitucional de uno de los suyos.
El más visionario e inteligente.

Con el gobierno peronista aumentaron los beneficios sociales disparándose la sindicalización.
El contraste entre el entusiasta respaldo obrero al régimen y la coexistencia del mismo con los diputados y senadores de la oposición se saldó con una virtual dictadura, ejercitada mediante la coacción, los trucos legales, cárceles y exilios.

De forma tal que, los límites de la democratización social colisionaron pronto con la tiranía política. El respaldo de masas sometidas al fuego propagandístico de los beneficios sociales agregados a salarios razonables, permitieron a Perón y Eva Duarte, su segunda esposa, controlar el pulso de la nación.

La financiación del Estado prebendario partió de las reservas de divisas acumuladas por el país durante la guerra, agregándose partidas surgidas del monopolio del comercio exterior a través del IAPI, y el correspondiente diferencial que e embolsaba el Estado comprando a un precio bajo las cosechas cerealeras y vendiéndolas a otro, muy superior.

El sistema funcionó hasta 1949, declinando paulatinamente hasta límites asfixiantes en 1952.

En apenas seis años, el régimen mostró la fragilidad del experimento. Una incesante inflación, unida a la baja productividad, crecientes déficits energéticos y paulatino desabastecimiento alimentario se dejaron sentir, mientras la dictadura acentuaba su guante de hierro sobre políticos rivales y sectores medios que manifestaban su descontento.

El fallido alzamiento militar de 1951 reveló que el mismo se extendía a los marinos (tradicionalmente antiperonistas desde 1944) y sectores del Ejército.

Muerta Evita y debilitado el régimen -minado de corruptelas e insensateces que Perón promovía o toleraba-, los dos últimos calendarios del mismo fueron agitados. El insensato enfrentamiento con la Iglesia Católica -socia del Lider hasta que los roces condujeron al enfrentamiento entre sus feligreses y enardecidos peronistas- culminaron con la supresión militar del Estado Justicialista en septiembre de 1955.

Si el legado de Perón sobrevivió a su derrocamiento, a pesar de que su gobierno hacía agua por todas partes, ello se debió al odio social que los partidos opositores y unas FFAA expurgadas de peronistas implementaron, desde 1955 hasta 1973.

Si bien la burocracia sindical y los gremios tuvieron un considerable espacio en la Argentina posperonista, fueron los enemigos políticos del exiliado dentro y fuera de los cuarteles quienes fracasaron en la tarea de desarrollar el país, restaurando buena parte de los beneficios sociales que la demagogia e imprevisión de Perón había promovido o cedido durante diez años, a costa de retrasar el progreso y la industrialización de base.

A diferencia de una dictadura populista que no derramó sangre, los que manejaron el país a su antojo lo hicieron en adelante. Por consiguiente, parte del cuerpo social antiperonista procedió a volorizar los aspectos distributivos del régimen depuesto y su postura nacionalista, quitando hierro a la fase tiránica que proyectó.

En realidad la sociedad argentina era autoritaria y propensa al caudillismo antes de 1930, por eso el liderazgo de Hipólito Yrigoyen administraba caracteres místicos, y el respeto popular por las instituciones armadas como paradigmas de patriotismo y pundonor era proverbial.

Esta dependencia de símbolos armados que reflejasen valores inherentes a la comunidad, favorecieron al siniestro Uriburu, y después a Justo y los generales que se sucedieron, desembocando apoteósicamente en Perón, dadas las circunstancias por él favorecidas.

Otro factor de peso radicó en la fragilidad del experimento democrático entre 1916 y 1930. La marginación de la clase trabajadora y los inmigrantes internos que la nutrieron desde el proteccionismo económico y la industrailización liviana que impulsó la gran crisis de los años ´3o, hicieron el resto.

El primer peronismo les integró a la plena vida social y el consumo, al precio de enfrentarlos con las clases medias, renuentes a abandonar el viejo protagonismo social alcanzado durante la democracia radical, y los fraudes de Justo y los conservadores, en objetiva complicidad con los radicales alvearistas.

El legado de Perón, basado en la justicia social, la soberanía política y la independencia económica no quedó sujeto a revisión, pese a la idealización práctica de parte de los enunciados. Siendo así, quedó a cubierto el lastre dictatorial que había hecho creíble la fábula.

A pesar de que el Líder último, viejo y enfermo en su retorno al poder, no reiteró el enfrentamiento con las formaciones políticas de antaño, conservó intactas sus dobleces marrulleras y autoritarias de timador político. A ellas agregó la puntual organización y funcionamiento de las Tres A; oficialmente a cargo de su tenebroso mucamo.
Tal providencia era una respuesta a la permanente actividad de la izquierda fabril y guerrilleros juveniles que él había alentado y en algunos casos legitimado como peronistas desde su poltrona en Madrid.

Los estragos de esta banda criminal, causante de 8.000 asesinatos, dio pié más tarde, a que los genocidas del Proceso de Reorganización Nacional segasen 30.000 vidas más, una vez derrocada su tercera esposa y con él enterrado tras unos meses de presidencia.
No en balde los ciudadanos derrotaron masivamente a los candidatos peronistas en 1983.
Eran los del partido militar, en definitiva retirada luego de siete años de terror y desgobierno...

Los sucesores que, desde 1989 hasta hoy han gobernado el país tras la restauración democrática inaugurada por Alfonsín en 1983, comandan bloques clientelares de votos y prebendas, manifestando taras autoritarias y tendencias a subordinar desde el Ejecutivo a los restante poderes, usándoles en beneficio propio.
Carlos Saúl Menem fue el máximo exponente de estos valores, a los que sumó corrupciones diversas y la venta al menudeo de grandes empresas estatales.
Aquella frase sobre "los pobres que habrá siempre" deslizada por este canalla durante uno de sus dos mandatos, certificaba la subrogación efectiva de la justicia social, cacareada por Perón y su grey durante más de treinta años.

Asumiendo la Presidencia interina en plena debacle del 2001, el senador peronista Alberto Duhalde permaneció mudo al respecto, no así en términos de una pesificación económica que, de golpe y porrazo redujo a un tercio los sueldos la población, así como la deuda en dólares que tenían con el Estado las grandes empresas (entre ellas el Grupo Clarín).

Más prudentes que Menem y menos mudos que Duhalde, aunque beneficiarios del poder, Néstor Kirchner y su consorte reiteran con alguna salvedad los procedimientos, aunque sin pregonarlos tan alegremente. De hacerlo en tono crítico se encargan los medios y comunicadores que ellos intentan silenciar, en el mejor estilo de Perón, Evita, Apold y el lacayuno Aloé.

Con cuarenta millones de habitantes, el cuadro que presenta la Argentina de hoy resume enormes diferencias de clase, creciente criminalidad, gran desconfianza hacia la clase política y baja densidad democrática. El verdadero legado de Perón es éste y no otro.

El de la justicia social fue un instante, generado por la bonanza económica de una época excepcional que no volvió a repetirse. En septiembre de 1955 él lo sabía, por eso se largó sin dar su merecido a los que bombardearon antes Plaza De Mayo sembrando el perímetro de víctimas, ni resistir la posterior embestida "gorila" de sus rivales en las FFAA.

Empero, la sociedad argentina tampoco ha podido reemplazar los recuerdos y leyendas del país próspero, por nuevas formaciones o la revitalización de las más antiguas y democráticas.

Factores externos de gran endeudamiento, e internos con rampante corrupción oficial, han colaborado a prolongar sin duda la sobrevida del legado exhausto. Con un Ejército profesional subordinado a la Constitución sin vuelta de hoja e instituciones que en los últimos veintiséis años han operado, pese a fallos funcionariales y las grandes crisis económicas, el futuro de la democracia parece asegurado.

Falta empero, la elite que lo desarrolle a pleno combatiendo la pobreza y sus malos frutos.

El peronismo residual, atado a sus orígenes tribales y arcaicos, no sirve.

Que aún gobierne y siga haciéndolo en los próximos años dependerá del valor y la lucidez conque los argentinos enfrenten su pasado.

Las sombras del mismo no sólo comprenden a los discípulos de Perón, sino a todos aquellos que arrastran colgajos autoritarios heredados del país previo.
No hace falta ser peronista para resistir a pie juntillas mirarse al espejo. La ausencia de una oposición vigorosa a esta desmayada andadura política lo expresa dramáticamente.

Sin embargo, el potencial de riqueza y valores autóctonos permanecen vivos. Sólo falta que la nación se ponga en marcha sin miedo a enterrar lo peor del pasado. Por eso cabe revisarlo a fondo, venciendo mitos, leyendas, y algunos legados que favorecieron hasta hoy, tanto malentendido.




















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