Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 18 de abril de 2009

MISERIAS...

Esta dantesca escena, entresacada de algún territorio latinoamericano, no pertenece a Cuba. Sin embargo, el registro de la miseria humana aborda otros males menos visibles aunque efectivos y devastadores...

Desde una óptica de supervivencia física, el modelo cubano presenta ventajas inobservables en muchas áreas del planeta. La esperanza de vida según estudios fiables, roza los ochenta años. Hoy sólo Japón supera en dos calendarios este record.

A pesar de sus éxitos en materia de salud (y educación), el régimen castrista no favorece el desarrollo del espíritu crítico y el estímulo material, factores indivisibles del progreso. Ser médico (o docente) en Cuba, significa someterse a la escasez de medios materiales para ejercer la profesión y ser gratificado mediante pagas condignas del esfuerzo. Por ello, muchos profesionales de la salud y la educación prefieren ejercer en la Venezuela Bolivariana, dónde, además de curar y enseñar a mucha más gente, viven mejor.

El comunismo universal ha fabricado muchos profesionales en todas las áreas, gracias a la gratuidad en la enseñanza. Cuba es un Estado comunista, pese al folclore latinoamericano que rodea el experimento. Y el comunismo, aunque reparta la escasez autorizando comer todos los días, es fuente de miserias espirituales, alimentadas por la extrema modestia y una frustración vital abrumadora.

Aquellos profesionales de la salud y la enseñanza no vinculados a las altas esferas de poder, o la administración y la seguridad, deben resignarse a matar el espíritu, hasta que el cuerpo acompañe el desgarrador tránsito. El hambre y la miseria matan más rápido, pero cualquier régimen autoritario de larga data (y el cubano desborda los previos ensayos en el Continente) te va matando lentamente, al borrar una ilusión tras otra.

El argumento conformista del régimen, se apoya en el sibilino arte propagandístico de la comparación. Desde Brasil, hasta Argentina o Chile y el resto, de sur a norte, la desigualdad impera. Los Castro y sus secuaces se alimentaron del factor, tan visible como insuperado. De allí que muchos latinoamericanos pobres o empobrecidos por el vaivén económico, observen las soluciones cubanas con simpatía.

Convalidarlas desde una visión intelectual pequeñoburguesa es un grave error. La consecuencia lleva a respaldar cualquier régimen totalitario que ceda un diezmo de su propia voracidad material a la población. En este sentido, la Cuba castrista ha paliado su natural incompetencia económica y la permanente represión de sus gobernados, mediando ayudas externas providenciales. Los soviéticos antes y los"bolivarianos" ahora, han financiado el constante déficit de un experimento arcaico y retrógrado.

Hay que vivir el presente cubano todos los días de una vida -corta, mediana o larga- para sentirlo en carne propia. Se me dirá que la madre y los niños de la foto que encabeza este artículo no llegarán a vivir tanto como los longevos cubanos del presente, y es cierto. Entre unas privaciones y otras median el sufrimiento físico y un temprano final.

Pero ello no cuenta a la hora de evaluar el verdadero significado de un sistema que te alimenta y educa bajo la cuerda de un prieto nudo corredizo, estrangulando el espíritu de libertad, mientras pervierte la noción de la democracia, al simularla malamente a través del sonsonete plesbicitario, cantado de antemano.

El fascismo, el comunismo o el nacionalismo y su caja de trucos, siempre se valieron de los retratos que imprimían la miseria y el atraso, en otras tierras o en la propia, antes de su llegada. La peculiaridad del régimen caribeño, fundida al orgullo nacional que, antes y después de la voladura del Maine ejercieron potencias coloniales o imperialistas, fuera pisoteado salvajemente, radica en haberse aprovechado de esa herida abierta.

Juan Perón lo intentó en Argentina avanzando en esa dirección, hasta que el empobrecimiento productivo y un retroceso social inocultable insinuaban algo parecido a lo que después pasó en Cuba. Fue cuando resolvió que los suyos le derrocasen.

Desde su exilio lo dijo: "No contábamos con los rusos, sino yo hubiera sido el primer Fidel Castro de América".

Era un farol típico de su arquitectura, pues luego se encargó de probar que continuaba siendo más parecido al primer Mussolini.

El auténtico Fidel Castro de América fue más audaz que el premonitorio. Por ello y cierto devenir histórico, sigue empeñado en aislar del progreso y la libertad a sus compatriotas. En principio, fleta médicos y educadores a Venezuela, ya que en estos tiempos no cabe enviar tropas a África y a ninguna parte, o financiar y entrenar guerrilleros de otras áreas. A cambio, recibe honores y petróleo abundante.

El charlatán de la paloma en el hombro y el uniforme verde olivo es hoy un viejo patriarca enfermo de ochenta y dos años, que cuenta con un medio hermano (al parecer, son hijos de una misma madre y diferentes padres) sano en apariencia, aunque llegue canijo a los setenta y nueve, enfundado en traje de buen corte y corbata al uso.

Su caso (y el del mortecino en chandal de estar por casa), prueba una vez más que la cierta longevidad y una alimentación regular no garantizan el luminoso tránsito por este mundo...












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