Rajoy y su comedia de las equivocaciones precede la imagen de Gloria Swanson interpretando a su alma gemela en el acting out.
En
"El crepúsculo de los dioses"(Sunset Boulevard/1950), el personaje de
Norma Desmond, encarnado maravillosamente por Gloria Swanson, desvelaba
su locura transportando el ayer de gloria al presente oscuro, donde ya
no era la gran estrella, amada y envidiada por todos.
La envejecida Norma padecía un trastorno paranoide de gran magnitud y terribles consecuencias. Lo que sucede
a Mariano Rajoy es algo semejante. Pero lo que separa su instante de
gloria del magma actual son apenas veinte meses de gobierno, ajustado a
normas dictadas por la UE y la voracidad corrupta de su partido.
La
forzada comparecencia presidencial del jueves en el Senado, proyectó su
divorcio real de la ciudadanía y parte de los votantes que dieron
mayoría absoluta en las cámaras al PP, refrendando la acreditada por la
formación en autonomías y municipios.
La gestión "a la griega" de
Rajoy y su desastrado gabinete ahondaron la crisis económica y social
legada por la gestión socialista, llevándola a extremos insoportables.
En consecuencia, el Presidente no halló mejor remedio ante el acoso
popular y el asedio periodístico (factor clave en el destape de la olla
podrida en materia de financiación partidaria y enriquecimiento en
prominentes figuras del partido y el Gobierno), que encapsularse en un
plasma o evadir preguntas incómodas de la prensa.
El Caso Bárcenas
agudizó el cuadro, manifestando la veracidad de su vieja concupiscencia
personal en la trama corrupta, de la que figura como uno de sus
prominentes beneficiarios, según las aireadas cuentas del ex tesorero y
gerente, hoy tras las rejas en un proceso que recién comienza.
Son
bien conocidas las idas y vueltas del Partido y sus voceros antes de
considerar a Bárcenas "un delincuente" surgido nada menos que del
infierno, para enturbiar la imagen del Gobierno y su formación ejemplar.
Durante su reciente comparecencia, quien todavía manda en la Moncloa,
manifestó la paranoia aquella de Norma Desmond, creyendo legítima una
relación con el mundo y las gentes en modo alguno ajustada a la
realidad.
El manifiesto drama, consiste en que Rajoy necesita creer, y hacer creer a los demás que su mayoría absoluta no ha menguado.
En realidad lo vino haciendo durante los dieciocho meses de gobierno, a
la par de su profunda desligitimación presidencial. Ha mentido al
afirmar que Bárcenas, su mano derecha contable durante los últimos
veinte años, lo engañó. Era el argumento favorito de sus voceros y él lo repitió
desde su cargo. De ser real su chapucera fantasía, bastaría para
incapacitar no sólo el mando político en este país, sino el mero
ejercicio de registrar propiedades en su despacho de Santa Pola.
Hasta esa imposible credulidad le aplaudieron los suyos en ese momento.
Sin embargo, y esto es lo que cuenta, casi el 80% de españoles, según
las encuestas, no le creyó. Era de esperar, aunque nombrase a Bárcenas
en dieciséis ocasiones , desde que afirmó aquello de que "nadie prodría
probar que no era inocente", tras el archivo en el 2009 de la vieja
imputación, por la trama "Gürtel".
La valoración entre los políticos
de primera fila es en su caso, la más baja de todas. Sin embargo, Rajoy
actúa como si nada de todo esto fuera cierto, estimándose una suerte de
heróico defensor de una democracia que él y su tropa pisotean de
continuo, degradando a la población en todas las formas posibles.
Desde el hemiciclo y amparado en su mayoría absoluta cargó contra
Rubalcaba y la prensa de investigación en la persona de Pedro J.
Ramirez. Antes, Cospedal ya se había querellado contra el diario "El
País" por la misma razón: silenciar las voces críticas, sepultando todo
aquello que incrimine a su banda en los saqueos continuados de las arcas
públicas. Todo lo hecho y por hacer, y esto es lo malo, fue, es, y será
perpetrado en nombre de España y los españoles.
La paranoia,
visible en el señor Rajoy, es un mal que comprende a casi todos los
mandos del PP. En él es manifiesta con todas sus peculiaridades.
Entregó su vida a la política fugándose de intensos dramas personales,
reflejados palmariamente en su comportamiento al frente del Estado. Le
pilló la crisis, destinándole menos fortuna que a José María Aznar en su
momento.
En cualquier caso, no advertir la gravedad de su
patología, señalada por la tendencia constante a huir de la realidad,
sobre todo la de los demás, resulta hoy imposible.
En la escena
póstuma de la tragedia, impresa por Billy Wilder, Norma Desmond bajaba
las escaleras de su mansión bajo los focos de la prensa, tras asesinar a
un amante joven, dedicando a un público imaginario su más delirante
actuación antes de ir a la cárcel, o a un manicomio.
No sé cómo
Mariano Rajoy Brey, notario de Santa Pola y Presidente tan poco
creíble, enfrentará su acting out. Pero de momento, el que le precede es
penoso y degradante.
Aunque mucho más lo viene siendo durante su
gestión criminal para los millones de parados y desprotegidos en este
pobre país, devastado por la ambición de unos pocos, entre los que se
cuenta él mismo en primera fila.
Falta verlo bajar las escaleras...
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