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martes, 27 de agosto de 2013

LAS CONSECUENCIAS DE UN VIEJO DRAMA



Durante la Guerra Civil quienes enfrentaron la sedición clerical-militar en defensa de la legalidad republicana combatieron heroicamente en la mayor soledad. Con todos sus defectos, el Gobierno del Frente Popular encarnaba los anhelos de la España pobre y libertaria, rezagada en su emergencia por la monarquía y el dictador Primo de Rivera durante varios años. 
La apuesta de las democracias occidentales, encabezadas en Europa por Gran Bretaña y Francia, o los EEUU cruzando el Atlántico, fue abstenerse de todo auxilio a los combatientes, milicianos obreros y campesinos luego encuadrados en el Ejército Republicano, mientras Mussolini y Hitler enviaban oficiales, tropa y armamento a Franco y sus generales sediciosos. 
El respaldo interesado del Kremlin al gobierno legal se cobró en metálico e influencia política, empleando al Partido Comunista local. Sólo el mexicano Lázaro Cárdenas brindó desinteresado auxilio a los leales, dentro de sus posibilidades, sumándose las Brigadas Internacionales a los combates desiguales, batiéndose con denuedo, bajo la vigilancia de Moscú. 
Como todos sabemos, la Guerra y su revolución inicial, que tanto espantó a los "demócratas" continentales de entonces terminó perdiéndose; aunque enseguida ellos y sobre todo sus pueblos, debieron enfrentarse a los destrozos de Hitler; Mussolini, y luego a los feroces militaristas del Japón en Asia.
En España, la represión de posguerra fue atroz. Gran parte de la élite democrática debió partir al exilio, o fue asesinada, mientras las cárceles se llenaban de derrotados y moribundos. 
Pero, a diferencia de las cabezas nazis o fascistas, a Franco, aliado de Alemania e Italia, no le llegó el tiro de gracia que alcanzó a sus secuaces. 
De la ruptura de la alianza de los "demócratas" con Stalin surgió la guerra fría, y la amenaza atómica latente. Los vencedores y su Caudillo habían virado su estrategia subiéndose al carromato anticomunista de Washington. De hecho, eran una garantía para bases militares y otros negociados estratégicos, aunque a España, sembrada de miseria e injusticias, se la mantuvo ajena al Plan Mashall. 
En ese marco servil, el dictador conservó su trono de sangre, silenciando las voces de la libertad y la democracia por más de tres décadas, con un aislamiento pavoroso del pueblo español, apenas quebrado por el turismo, nueva industria que aprovechó la vida barata para los visitantes. 
Durante el Gólgota que significó la tiranía, el Partido Comunista fue el referente clandestino contra el régimen, secundado por los nuevos sindicatos de CCOO y UGT. 
El desarrollo de las fuerzas productivas, iniciado el filo de los años ´60, culminaron en un cambio político tras la muerte del genocida ferrolano. No fue ruptura con el pasado, sino, transición hacia formas democráticas que heredaban el Estado Monárquico, sancionado de hecho por Franco antes del entubamiento. 
Su deriva constitucional basamentó su desarrollo en una sociedad civil débil, y el acuerdo político entre tránsfugas de la derecha franquista y los jóvenes opositores. La clave del pacto fue no remover oficialmente el pasado oprobioso ni organizar un Nüremberg local. 
Por ello, en tanto las fuerzas derechistas se agrupaban tras un ministro de Franco, la izquierda socialista funcionó auspiciada por los socialistas alemanes según su modelo, mientras los comunistas, encabezados por Santiago Carrillo, operaban como eurogarantía de izquierdas ante la oligarquía local, vieja y nueva, favoreciendo de hecho al partido suavemente izquierdista de la clase media: el nunca bastante criticado PSOE.
Durante la égida de esta formación el país se modernizó en la superficie, integrándose a la OTAN y la UE. La regresión política comenzó al mismo tiempo gracias al señor Felipe González y su enorme fardo de corrupción, relevado por el derechista Aznar. Desde entonces, y a pesar de que los socialistas retomaron el poder durante dos legislaturas, los males endémicos de la economía y la sociedad española continuaron precipitándose, hasta llegar a este gobierno atroz de la derecha, con la monarquía en estado de putrefacción y el espacio público devastado por medidas que la mayoría de ciudadanos padecemos. A las mismas se agrega un avance del revisionismo histórico, ponderando el franquismo como salvador del comunismo, fracasado históricamente a todas luces.
La corrupción política es la de siempre, aunque en el presente y por efecto de la crisis económica brutal, emerge impetuosa desde las alcantarillas, mientras la desazón invade el espectro social. Tenebrosas décadas de silencio y murmullos sucedieron a la derrota de un pueblo. 
Recién ahora, frente a las crueles reformas y recortes antisociales, y un paro elevadísimo, claman las voces. No son suficientes para acabar con tanta infamia aunque presagien un nuevo amanecer, superior al de aquel que hacia el fin de los años ´70 pintó diferente del que fue, llevándonos poco a poco a la noche y la niebla de hoy.

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