Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 9 de enero de 2009

LOS DEBERES DEL PRIVILEGIO

Fragmentos de una masacre.

Supongo que muchos internautas no están familiarizados con el hambre y un porvenir incierto. Cuando digo padecer hambre, me refiero al hambre necesaria de ser paliada como el aire al sofoco, señalando el peligro de una agonía que precede a la muerte. Mediando el hambre, no hay porvenir. Algunos de los que nos damos el lujo de pensar con el estómago lleno, tenemos presente que los privilegios en un mundo desigual comportan una obligación.
Y la obligación significa luchar para que nadie, sea cuál fuere su condición y etnia o religiosidad, sufra por hambre, ni por nada que degrade la condición humana y el sagrado derecho a existir.
Ahí tenemos a los palestinos, hambreados y masacrados con toda libertad de agresión, por aquellos que olvidaron las penurias de sus padres, tíos y abuelos.
Señalo al conjunto de la sociedad israelí, no a su gobierno y Ejército. Ellos apenas son la filosa punta de iceberg.
Yo admiro profundamente al pueblo judío, no solamente al de Israel. Reverencio a todos los que en su territorio y desde muchos otros, nutren con su inteligencia, empuje y tradiciones la cultura universal y el progreso de la humanidad.
Admito además los tremendos esfuerzos de los israelíes en su consolidación nacional y territorial en un ámbito adverso y difícil. Desde su duro combate por un lugar al sol fue así. Con las heridas visibles de la Shoa en el cuerpo social, se batieron con denuedo con británicos y árabes por puñados de arena desde los que construir un vergel en Medio Oriente.
Y para asombro del mundo lo consiguieron.
Las agresiones de vecinos mal avenidos, han sido y son constantes. Los islamistas recalcitrantes de Hamás y 4.300 cohetes lanzados en los últimos tres años sobre tierra hebrea, son una prueba irrefrutable. Pero la respuesta de un Estado consolidado y poderoso, se proyecta desproporcionada al machacar, hasta el día de hoy y en apenas dos semanas, a casi cuatro mil palestinos (un tercio de los cuales son cadáveres o van camino a serlo, víctimas de graves heridas).
La causa del desastre obedece a tres factores cruciales. Israel, vencedora de otras cargas árabes, desea eliminar a Hamás a cualquier precio; y al parecer nadie en Occidente cuenta con autoridad para poner coto a la desproporción luctuosa de sus procedimientos. El tercer factor lo deciden tres fuerzas: el bloque árabe, escindido entre los que desean la paz y los que no; el Estado judío; y la potencia mundial que alimenta de hecho el polvorín zonal sin el menor escrúpulo (aunque lo haga en nombre de la democracia).
Entre de los grandes errores de la política europea, figura el no haber integrado a Israel en la OTAN. Arrinconados sus ciudadanos entre las arenas peligrosas, el mar y vecinos hostiles, atrincheraron el acoso en su valor.
Ante el manifiesto desinterés de Europa, Washington se ocupó de ocupar el vacío solidario a "su manera". El estímulo de poderosas multinacionales y el afán de un control universal por medio de las armas lo exigió.
Orondos entre el Atántico y el Mediterráneo, y fardando de haber montado Estados de bienestar, hoy en cuestión y franco receso, los moradores de este Continente envejecido, hemos prescindido de mediar en el entuerto, aceptando en plan déja vu que los norteamericanos hagan su reserva de dominio sobre el Estado judío.
Ello comprende el abastecimiento militar y su activo mecenazgo geo estratégico, vigente desde entonces.
La consecuencia de esta dejación insolidaria, a la que sumamos la cierta colaboración de algunos líderes en una condenable invasión que nadie evitó (abriendo en territorio iraquí su Caja de Pandora guerracivilsta entre chiíes, sunitas, kurdos, y terroristas de Al Qaida) prolonga en el área la acción punitiva que hoy nos aterra y conmueve.
El Estado judío y sus guerreros bien avituallados, imitan a sus mentores en ferocidad y espíritu de venganza. Lo de Iraq - aunque hayan mediado intereses petroleros, mercadeos armamentistas, y el terrible 11S-, fomentó el mal humor y la brutalidad en sus protegidos sionistas.
El rezago y agresividad de las masas árabes en la vecindad completan el círculo de fuego que dibuja este inacabable conflicto y su actual escalada de violencia. Del colonialismo raso, pasaron al neo, y del mismo (menos Irán) a ensayos socialistas que repartían la miseria despóticamente, en vez de generar desarrollo económico, social y cultural. De allí al fundamentalismo religioso medió el rencoroso paso actual, del que Hamás es piedra de toque.
Cuando las gentes no perciben los bienes terrenos, miran al cielo... y al enemigo que les robó... para el caso, montículos de arena, edificando ante sus narices un vergel que les azuza el odio ancestral, acentuado por la frustración.
La magnitud del drama actual requiere segar de cuajo el enfrentamiento entre el pueblo palestino y el judío. Viene a ser como armonizar el agua con el aceite; aunque cosas más increibles se han visto.
Reforzar la contundencia diplomática desde Europa es vital. Al Campo de Concentación palestino en la franja de Gaza -tal como definió ayer, nada menos que el Vaticano- hay que cortarle las alambradas de púa, activando el flujo de ayuda humanitaria.
Si Hamás (votada por los palestinos de Gaza) es una organización terrorista en nuestra consideración (y de ello no hay duda), habrá que enfrentarla junto a sus patrocinadores iranios, y si es preciso derrotarlos mancomunadamente echando mano de la diplomacia, la persuasión y los puntuales acuerdos.
Es imprescindible desde nuestra vecindad y medios materiales, estimular la formación una elite democrática que reemplace los gobiernos dinásticos, mesiánicos o clericales fundamentalistas entre los vecinos de Israel.
Pero sin un nuevo estatus palestino que garantice la calma, nada de esto será posible. Menos aún autorizando tácitamente al Estado judío decidir, según su propio código, el destino de vidas y haciendas que no le pertenecen.
Si Europa no tercia liderando un proceso que conduzca al diálogo y el consenso mútuo por la vía señalada, las heridas de Oriente Medio se abrirán más y más hasta reventar, agravando nuestras propias crisis y contradicciones.
Mis apuntes críticos fustigan a los que, mecidos por el columpio del privilegio favorecen esta feroz escalada, por la misma razón.
Respaldar con el intelecto esta masacre significa compartirla de algún modo. El plomo fundido de la operación no es tal. Lo que se funde en realidad son la carne y los huesos de sus víctimas (entre las que ya hay civiles y militares judíos); aunque Tel Aviv declare que la mitad de ellas son terroristas.
Por fortuna, los abogados de la muerte que entre nosotros alzan esta bandera son unos pocos. El compromiso con aquellos que padecen las furias de la guerra, nos obliga a ver el mundo más allá del perímetro que dibuja nuestra nariz y alcanzan a percibir las apoltronadas conciencias de los que no se quieren enterar.
La desigualdad la conocemos en un modo u otro todos los privilegiados. El problema radica en que la mayoría desestima asumirla en tiempo presente. No sienten que la ventaja frente al mal destino de muchos congéneres requiera el combate activo por un mundo más justo.
En el fondo, ésa es la única guerra que merece ser librada por la humanidad...





















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