Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 29 de abril de 2008

CUALQUIER MEDIDA NO ES LA JUSTA

Para algunos sí lo es.

Los quintacolumnistas de Libertad Digital -algunos de ellos provenientes del exterior- confunden churras con merinas.

A los que vienen motejando a los Kirchner, a Chavez o Evo Morales de fascistas los conocemos, de cerca y de lejos. Defienden los valores más retrógrados enfundados en disfraces liberales, entonando cánticos que hacen del franquismo el evento memorable que nos salvó de los rojos.

Son los mismos desvergonzados y felones que presentan al colombiano Álvaro Uribe Vélez -agresor de sus vecinos ecuatorianos- como un demócrata ejemplar.

A más de falsas, dichas calificaciones pasan por alto, tanto la naturaleza del populismo suramericano, como la ferocidad de los militares colombianos, el poder del narcotráfico y la venalidad de la oligarquía nativa.

Dejo una vez más constancia, de no simpatizar para nada con las FARC.

Las señas democráticas de un Estado se establecen por la plena vigencia de los tres poderes, sin que ninguno trabe la independencia del otro o le abduzca. Dichas premisas no se observan en Argentina, Venezuela, Bolivia o Colombia.

Sin embargo, entre los tres primeros países y el último median el terrorismo de Estado y sus escuadrones de la muerte, que secuestran, torturan y asesinan con toda impunidad con el pretexto de combatir la insurgencia.

Quedó suficientemente claro ante la opinión pública mundial el prohijamiento gubernamental de estas actividades, al destaparse en días recientes el bochornoso in fraganti del primo presidencial.

Tampoco puede compararse el peronismo fundacional de Perón y sus gobiernos -respaldados por el Ejército y los sindicatos- con estos lejanos parientes políticos criollos de origen civil, cuyo poder dimana de una profunda crisis y su parcial remonte por la vía electoral, sin que un Ejército jibarizado e inoperante ni sindicatos industriales inexistentes aplaudan el autoritarismo oficial.

Más parecido a Perón es Chavez; como él emergente del nacionalismo militar; a diferencia del otro, respetuoso hasta cierto punto de la oposición y las libertades públicas.

Tampoco el indigenismo de Morales es fascista. A lo sumo destapa diferencias que los anteriores gobiernos bolivianos guardaban bajo llave.

El populismo de estos gobernantes no es fascismo. Tiene con esa ideología algunos rasgos comunes, basamentadas en el liderazgo carismático, la defensa del honor nacional y cierta agitación de masas. La tensión social que promueve en nombre de la equidad y la justicia para todos cobra tintes demagógicos; por ende peligrosos para el futuro. De ahí al fascismo media un abismo.

Sin embargo, lo peor de un populismo enemistado con la verdadera cultura política, es la inevitable corrupción y el despilfarro de recursos públicos sobre los que sienta sus reales. La presión desatada contra medios opositores es su consecuencia lógica. El grado de desprestigio que arrastran sus rivales -antaño en el poder- brinda a este tipo de sistema un plazo histórico importante.

La táctica desarrollada al amparo del previo desengaño en los políticos venales y su honda huella, consiste en redistribuir entre propios y extraños (pero no mucho) los ingresos de la soja (caso argentino) o el petróleo (ejemplo venezolano).

En cambio, la razón del poder en Uribe radica en sujetarse a los instructores militares norteamericanos y el inquilino de la Casa Blanca. La redistribución de recursos enfila en una sola dirección. De hecho la miseria de vastas capas de la población en Colombia, supera en masividad la de Argentina y Venezuela. La de Bolivia es endémica, y poco tiene que ver aún hoy con la confusa gestión de Evo Morales.

Menos populares que Chávez o Evo Morales, los Kirchner no cuentan con fervores masivos. La precariedad de este tipo de gestión se observa en el vertiginoso descenso que las encuestas de popularidad señalan para el gobierno nacido apenas ayer. El 35% es un bajo porcentaje, inversamente proporcional a la inflación del 25% anual, que los guarismos oficiales enmascaran inútilmente en un 8%.

El despido del joven ministro de asuntos económicos, sustituido por otro dócil y abiertamente kirchnerista presagia malos momentos para esta tardía versión de populismo civil.

Insisto; nada que ver con el fascismo. Sí con la chapuza y la improvisación de un bloque de poder basado en el clientelismo, la corrupción, y diez millones de pobres e indigentes dispuestos a votar a cualquiera por un buen cocido.








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