Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 8 de abril de 2008

LA CAÍDA DE UN ÍDOLO

Es Jordi Pujol. Un compatriota de excepcional capacidad y trayectoria en Catalunya y el resto del mapa español.

Ningún error de los que haya cometido en el pasado (nadie se salva de cometerlos) se equipara al perpetrado en la víspera.

Es correcta su evaluación de las víctimas derechistas y clericales durante la Guerra Civil en Catalunya. Pero tal afirmación no se ajusta al crucial factor del golpe militar que desató la reacción de las masas obreras y campesinas aquí, en Madrid, Valencia y otros territorios. La pavorosa injusticia social que padecía buena parte del pueblo español requería medidas urgentes, y el triunfo electoral del Frente Popular las animaba a intervenir sobre el ánimo de su Gobierno, congresistas y alcaldes, infuenciados por el vigor de sus sindicatos y núcleos radicales.

La contundente y heroica reacción catalana ante la sedición de los dueños del armamento estatal fue, junto a la resistencia de Madrid, una de las acciones más conmovedoras del siglo XX.

Sin duda alguna se cometieron injusticias en el afán de reprimir el manotazo fascista. Sin embargo, ellas cuentan menos que la defensa de la joven República y sus instituciones.

Hoy el señor Pujol recomienda a la Generalitat pedir perdón por los muertos clericales (y no) de la derecha. Éstos no sólo iban a misa y rezaban. Apoyaban desde la retaguardia el golpe empleando todos los recursos a su alcance. No eran muchos, pero la furia popular tampoco supo distinguir la oposición del quintacolumnismo. La legendaria ferocidad de los militares españoles despertaba miedo y rabia a espuertas; sobre todo en los más humildes.

La ligereza de condenar a secas los crímenes y horrores del campo republicano eviscerando las causas de la guerra y su terrible desembocadura en régimen oprobioso, retardatario y genocida, significa acordar con Pío Moá, César Vidal, La Cope, Aznar, y el camaleónico señor Ramírez.

Para ellos no cuentan las terribles injusticias que precedieron al combate fratricida. Menciono a algunos de estos desmemoriados, pero hay muchos más. Todos se han congratulado reseñando el infausto envite pujoliano.

Estas afirmaciones se unen objetivamente a las de la su consorte, la señora Ferrusola, comprometiendo seriamente a CiU, una formación política de centro derecha que, a diferencia del Partido Popular ha mantenido una postura antifranquista hasta hoy.

La influencia de Ángela Merkel pidiendo perdón a los israelíes por la Shoa ejecutada por los nazis es patente.

La diferencia radica en que Pujol solicita (tras 23 años de honorabilidad en la que no abrió la boca) las disculpas oficiales para con las víctimas que apoyaron el alzamiento de los crueles africanistas del General Franco desde Catalunya. De paso, repudia la Ley de Memoria Histórica, aprobada por los diputados y senadores de su formación.

Dudo que en CiU o la Generalitat le lleven el apunte. En Artur Mas y Josep Antoni Duran i Lleida se acreditan aptitudes opuestas al liderazgo carismático que en otras épocas fundacionales debió asumir Pujol. Los avances de nuestra democracia rechazan los arquetipos de ayer. El momento es otro, y él parece empeñado en desconocerlo.

De continuar así, a lo mejor le invitan Jiménez Losantos (hoy le definió abuelete) y Ramírez a parlotear sobre el tema ante el micrófono de los obispos, o redactar algún articulito de esos que patrocina el acomodaticio ujier Álex Sálmon desde la edición catalana de El Mundo.

Pujol pasó la Guerra Civil y la posguerra inmediata en buenos colegios. Sugestivamente, estudió el bachillerato en uno alemán. En esa época, los centros educativos, clubes y empresas germanas eran centros de propaganda y espionaje nazis, amparados por Serrano Suñer y la Falange. Parece difícil que la formación del joven alumno se haya sustraído, al menos, del elitismo pedagógico impartido por sus profesores.

En ningún caso digo que el señor Pujol emergiera de aquellos claustros convertido en un cachorro de Hitler, o en un voluntario del franquismo. Su historia adulta lo registra demócrata, resistente y nacionalista. A diferencia de otros lideres surgidos de la Transición purgó cárcel y desde el principio se definió contrario a cualquier sistema totalitario. Pero lo que uno lleva de malo adentro -si lo lleva- a veces tarda en salir. El momento histórico y un retiro aparente invitan a permanecer a cualquier costo, manifestando cierto rencor, antes adormecido a causa de otras circunstancias. La extrema derechización del todavía joven José María Aznar comporta el caso típico de una emergencia intemperante, y preñada de arcaísmo.

Desde ayer no está solo en el panteón de los ex presidentes airados.

A menudo, la vejez crepuscular favorece que brote la lava del volcán.

Y ahí tenemos a don Jordi Pujol, para certificarlo -con pena y dolor por mi parte-, una vez más.








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