Los problemas crecen. Al colapso vial y la sequera agregamos en Catalunya el fantasma de Chernobil.
Eso es Ascó. No en la consecuencia más devastadora, sí en la que podría significar.
De momento enviamos al análisis médico a los ciudadanos del bello pueblo del Tarragonés, cuidando de no atravesar los alrededores si viajamos en autobús o automóvil. Nos informan además, que se ha cesado el director de la central nuclear.
¡A buena hora mangas verdes!
La medida me suena parecida en lo tardía y chapucera, al semi trasvase del Ebro. Forma parte de este reino de la improvisación en el que vamos convirtiéndonos.
Fuera de un plan hidrológico serio y veloz, dadas las circunstancias, todo se hace en precario. El riesgo de un nuevo Chernobil en Ascó, debió haberse conjurado mucho antes.
¿A qué dedican sus esfuerzos nuestras señorías y señorones? A que seamos felices me parece que no. Piensan en ellos. En el cargo, el sueldo y las dietas; obsesiones maquilladas por un dudoso amor a la Patria.
La patria de uno puede ser grande, mediana o pequeña, y hasta si se quiere insignificante. No me refiero a su extensión territorial sino al bienestar de su población. Si el grado de bienestar colectivo es elevado, podemos estar orgullosos de ella. Si por el contrario pasa esto que nos pasa, con el insensato agregado de esta peligrosísima fuga radiactiva, empieza a invadirnos un sentimiento de frustración que va transformándose en ira pura y dura.
Ciertas torpezas oficiales ayudan.
En Vilassar de Mar el flamante gobierno de CiU echó su propia leña al fuego subiendo en un 30% el pago de las contribuciones. No nos explicó a qué se debe el aumento del afán recaudador ni su destino final. Suponemos que en teoría será el bien común. De momento, los carteles del SE VENDE proliferan como hongos en cada manzana sin compradores a la vista. Un año atrás casi no había ofertas.
Me pregunto cuántos de estos vecinos en apuros que intentan vender hoy su propiedad, podrán pagar la desmesurada contribución. Si la radiación nos mata, ciertos impuestos, unidos a esta rampante desaceleración económica, nos van matando un poco más.
Mientras tanto, el gasóleo, combustible de transporte mercantil, clave en la vida económica de este país, rebasa el euro con quince céntimos en tanto la canasta familiar amenaza con llegar al porcentaje local de nuestras contribuciones locales, sin que el Gobierno central ni la oposición expliquen cómo hacer frente a una brutal crisis económica ya admitida por Juan Carlos I (Jefe del Estado) en su último mensaje.
Espero que la contaminación en Ascó sea nada o casi. En sí misma ya es una tragedia. La otra contaminación, provocada por la imprevisión e incompetencia de nuestros funcionarios y poderes (incluido el judicial en sus recientes expresiones, liberando alegremente peces gordos de la delincuencia económica o violadores y asesinos que actúan impunemente), presagia malos momentos para el pueblo llano.
La desgracia de Ascó es la que faltaba para llegar a estos extremos tercermundistas.
¿O es que en realidad nunca hemos escalado otra posición, más allá de la apariencia que ofrece la estadística?
El desarrollo verdadero de un país se mide por estas cosas...
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