Los encuadra en sus columnas ese engendro parido por arrepentidos que se llama Libertad Digital.
Para ellos Charlton Heston era un liberal fino y sensato, John Wayne otro. No pueden faltar Ronald Reagan y el Terminator Schwarzenegger en el catálogo Hollywoodense de hombres libres del polvo y la paja que desprenden las contaminantes izquierdas.
En el catálogo liberticida de rango histórico figuran Ayn Rand, Joseph McCarthy, el Winston Churchil más anticomunista, Douglas MacArthur, y ahora el impopular halcón tejano George Walker Bush, héroe de la Casa Blanca que fabricó por arte de invasión y en un pispas su propio millón de cadáveres.
Lo procuró en el Cercano Oriente, no en Arizona o Wisconsin, claro...
Los mandatarios israelíes son otra columna de Occidente para estos apologetas del defensismo a ultranza. Curiosamente, casi todos ellos eran marxistas o rojillos en su remotísima juventud. Apoltronados en el bunker de la extrema derecha simplifican la Historia tan mal como antes.
Si en el pasado demonizaban a la burguesía y el imperialismo, ahora cargan las tintas sobre cualquiera que no acuerde con ellos. En primer lugar, se auto titulan liberales sin parecerlo un ápice. Sus ídolos de entrecasa tampoco lo son. ¿Qué tienen de liberales José María Aznar o Esperanza Aguirre? La FAES o Telemadrid lo detallan puntualmente; Ramírez lo expresa embobado ante Esperanza en una instantánea que su periódico publica hoy.
¿Liberales?, na de na; o si lo prefieren, res.
Una vez reelegido el pérfido ZP, todos ellos van a la greña con Mariano Rajoy. Le ponen palos en la rueda sin necesidad alguna, pues para ponerlos, él se basta y sobra. Salir de la sombra de Aznar no es fácil. La Aguirre insiste en permanecer bajo el paraguas. Más allá de un programa que no despunta en el horizonte, se abren incógnitas para el destino de una derecha que intenta liberalizarse sin tener claro un liderazgo y su hoja de ruta.
El margen de maniobra centrista se proyecta estrecho entre las pendulaciones del PSOE. Losantos y su patulea claman contra las de Rajoy, asociando el beneplácito de sus oponentes ante el giro insinuado. Sostienen que las lisonjas de Prisa y el ascenso de Ruíz Gallardón en la estimación partidaria reflejan una mala táctica que debilita a la derecha española en su conjunto.
O sea, que si no estás conmigo, estás contra mi; frase más propia del liberalismo hitleriano que de una lógica democrática.
La lideresa de Madrid insta a debatir un programa. Justamente el suyo -impreso y propalado todas las mañanas por su gabinete mediático de facto- fue el que condujo al aislamiento territorial y la consiguiente derrota al Partido Popular.
Pero así son de insistentes estos "liberales". En ninguno de sus bandos asoma sensibilidad social alguna. Los pobres les importan un carajo. En palabras del cruel Aznar, son "los que se jodieron" y se joderán.
Hace unos días uno de los manumisos menos destacados y más reptantes del grupo, mendicante de la prosa al que ni siquiera le publican la foto, sostenía en una pringosa reseña dedicada a otro de su especie.
"Porque en la vida no hay humor: el humor es un comentario, un escudo para que lo real duela menos".
En los artículos de esta gente -el susodicho es un gran admirador de la FAES (y sus presupuestos)- campea esta repugnante noción de la existencia. El pretendido escudo que les defiende de lo real no les protege de sus propias miserias. Lo demás es una fantasía autocomplaciente que justifica cualquier lucubración intelectual, esgrimiendo una escala teórica que va desde la mera pendencia hasta la justificación del genocidio.
La alegría y la fraternidad sólo caben como anécdota del fracaso irreverente de los sentimientos humanos. Con el sansonete justifican su egoísmo enfermizo y el concatenado odio al prójimo.
Recuerdo otro apunte del referido apologeta del liberalismo light, comentando una escena de I compagni (Los compañeros), el extraordinario filme de Mario Monicelli sobre una huelga turinesa en los comienzos del siglo XX. Entonces extrapolaba el fragmento en que un infeliz, sumergido en la más absoluta miseria de su barracón, con mujer y catorce hijos famélicos, se negaba a secundar la movilización de sus compañeros.
Armados con garrotes, éstos se conmovían frente al cuadro.
La escena -que reflejaba la humanidad de los pobres ante otros que lo son más- sirvió al comentarista de LD para justificar que la miseria no fabrica los cambios sociales, y menos aún la Revolución.
Es lo que -lejos de entender el mensaje objetivo que transmite la escena- resaltó del filme, porque coincide con su filosofía de arrepentido.
La mala conciencia intenta universalizarse echando mano de todos los recursos. Para estos señores comporta un hecho trágico proyectado a otros.
Más bien lo trágico está en ellos, por lo que transmiten y perpetran sin que les tiemble el pulso ni les falte un acento.
La moral une a los individuos. Si el contenido de esa moral es positivo, la fusión es creativa. Si no, consiste en una asociación mafiosa, y por ende sectaria. Parece lógico el pesimismo estructural de quienes ven en la humanidad una realización selvática, donde el hombre es lobo del hombre, desplegando la ferocidad del propio instinto con absoluta desvergüenza.
Podrán vestirlo de liberal, pero la precariedad de la prenda desnuda la naturaleza tenebrosa de quienes la visten reflejando un falso sentido trágico de la vida.
Esta gente idolatra en el fondo ídolos crueles.
En Jorge Luís Borges el disfraz empleado era casi perfecto. El respaldo incondicional a Pinochet y Videla acabaron deshilachándolo ante el mundo. Resultó que en La Historia Universal de la Infamia él mismo tuvo su poltrona.
Y ahí se quedó, venerado por los que nada tienen que decir de humano y solidario, este hábil calígrafo del desamor y el pesimismo existencial.
En otros casos -como los del pequeño escritorzuelo resabiado y su amiguito de las Pampas- asoman la mediocridad de un estilo común y su mensaje, invariablemente envenenado.
Amiguetes o patrocinadores aparte, ni uno ni otro tendrán constructivos lectores, ni se les recordará cuando se les pierda de vista en la escena planetaria.
Son monotemáticos y especialmente aburridos. Aman la superficie de las cosas y a ellas, verdades heladas, tan falsas como carentes de toda emoción, les ofrecen sus patinajes caligráficos; meras cabriolas para ganarse el pan, pagar la deuda de anticipos con el agente literario, o engordar la vanidad.
Detestan el populismo de Chávez o la opresión castrista, y adoran a Uribe Vélez, cerrando los ojos ante sus escuadrones de la muerte y la miseria del pueblo colombiano; o para variar, la del palestino. Las naciones de España comportan sus blancos de ataque más frecuente. La diversidad es un fenómeno desconocido para quienes niegan el sentimiento de comunidad y pertenencia. Losantos nos quiere a todos de Teruel. Otros ni siquiera tienen patria, o se inventan una sionista y likudiana en Israel, pese a no ser judíos y residir entre nosotros.
En Libertad Digital -cuya licencia de emisión deben Losantos y Alberto Recarte al magic touch de la señora Aguirre- y en todos los medios a su alcance (que no son muchos), los belicosos amantes de la libertad (en su versión Digital) funcionan, renglón más, renglón menos por un igual. En la tarea hay uniformidad y unanimidad vertical, de arriba hacia abajo, como en la vieja mili del franquismo.
La variante de machacar, consiste en seguir machacando sistemáticamente a quienes no opinan como ellos.
Éstos, señoras y señores, son los "liberales" nuestros de cada día; los de España y allende los mares.
En los inicios del siglo XXI, el ejército de falsos liberales actualiza la vieja estirpe reaccionaria de Occidente.
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