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lunes, 27 de octubre de 2014

LEY DE MEDIOS O BARBARIE INFORMATIVA

  Joseph Goebbels, precursor del arte de repetir mentiras hasta convertirlas en realidades.


Amigos criollos temían la posibilidad que las fuerzas de la oligarquía y el imperialismo reconquistaran Brasil, gigante continental decisivo para el futuro de América Latina. Nuestra gente no lo permitió, marcando la victoria de Dilma Rousseff y su nuevo turno de realizaciones. Hubo, es verdad, instantes de zozobra esta última semana que cerró la justa electoral. Ibope y Datafollha pesquisaban un tiovivo de opiniones, verdadera montaña rusa alzada contra la continuidad del proyecto social avanzado, que separa al Partido de los Trabajadores y sus dos cabezas visibles de las acechanzas del neoliberalismo global, encarnadas, según la vieja historia, por el PSDB y sus representantes. Los golpes mediáticos que autorizan el monopolio de los periódicos, radios, y en las últimas décadas cadenas televisivas como "O Globo multimedia", cuentan con medios materiales extraordinarios. La familia Marinho es la primera fortuna de Brasil. Su larga trayectoria de intrigas políticas prueba, desde los tiempos de Getúlio Vargas, capacidad de influencia entre núcleos decisivos, por entonces en la sociedad militar. El líder nacionalista fue apartado del poder en 1945 ante la sanción de medidas favorables a los trabajadores. Nueve años más tarde, cuando lo hubo recuperado, fue el provocador de la prensa Carlos Lacerda, salido de esa oscura cueva e independizado posteriormente, quien provocó el suicidio de Vargas en 1954. En la posterior caída de Joao Goulart, diez años más tarde, la prensa oligárquica desempeñó un importante papel, consolidándose como cuarto poder monopólico durante las dictaduras militares. Nada cambió desde entonces. 
La consecuencia, con el arribo de la democracia, fue su operatividad respaldando a las fuerzas más retrógradas y sus representantes políticos, al pesar la opinión de sus titulares y comentaristas en la decisiones de voto popular sobre las cabezas y los corazones de un público golpeado por los militares durante años. Con el desembarco de la televisión reforzaron estos mensajes conservadores sus contenidos, solubilizándolos mediante coloridos espectáculos que evaden la realidad social, generando al tiempo una conciencia pública de valores abstrusos y reaccionarios. La embestida actual de estos medios en la sostenida campaña anti PT, combinó necesidades de voracidad financiera global, con los viejos sueños de la oligarquía brasileña. Un bajón económico ante el que el Gobierno no reaccionó podando medidas sociales fue la piedra de toque, creando las consigna de "echar al PT", "El cambio ya toca", y otras menos elípticas. Los engranajes se pusieron en marcha escogiendo escándalos como el de Petrobrás, un apetente bocado energético de las multinacionales, tal como PEMEX en México. De ahí la reacción de Dilma y Lula, alertando sobre la maniobra voraz, con independencia de irregularidades que existieron; aunque no les baste a los de siempre que la justicia se encargue de depurarlas. Con la corrupción de esa área estatal magnificada, y la crisis económica llamando a la puerta, surge, como fruto podrido de un accidente mortal Marina Silva, cargando contra Lula, su antiguo protector. Su estela desplaza a Aecio Neves como rival de Dilma en las elecciones. Era una política de cerebro módico y sin partido propio, transformándose en el títere ideal. Sin embargo, al desvelar con tropeza inaudita sus crudas intenciones neoliberales, la oscura paloma gore se hunde en las encuestas con la misma velocidad que ascendió. Neves sale reforzado, aunque parcialmente, quedando al descubierto el programa de ajuste antiinflacionario y desnacionalizador que prepara la derecha, de triunfar en Brasil, al pactar Silva su apoyo el playboy tucano. Si hubo una "deconstrucción", tal como señalan los comentaristas del establishment, no fue la de Marina Silva por el PT, sino aquella que realizó esta última alzando la liebre, al revelar en medio de invocaciones al Señor, según el credo evangélico, las verdaderas intenciones de la estrategia cavernaria global.
Finalmente, el frente conservador perdió en la Segunda vuelta por algo más de tres millones de votos, tras un intento de última hora, ejecutado desde la revista "Veja", restando a Dilma algunos más. 
Y es precisamente el empleo de estas malas artes, profundamente reaccionarias, con el que hay que terminar de una vez, sancionando una Ley de Medios inspirada en la argentina, que impida la concentración monopólica de la opinión oral y escrita proyectada como arma arrojadiza. De no hacerlo, en cuatro años repetiremos lo vivido horas atrás y, a la sazón, desde la década de los treinta, aunque los tanques no salgan a las calles. Golpes mediáticos que no se conjuran tan solo educando a los ciudadanos. Sino quitando al enemigo social una de sus armas más masivas y letales. La de repetir hasta la saciedad mentiras, en todos los formatos, tamaños y colores, hasta convertirlas en realidades aplastantes de la libertad y el Estado de Derecho.

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