La mayoría absoluta del PP acaba de vetar el monográfico sobre corrupción exigido por la oposición al gobierno. En medio de una gran descomposición interna, Rajoy y sus secuaces se refugian en el voto caducado y el Palacio de las Cortes. Hoy, bastaría un boicot parlamentario de los demandantes para dejar a la banda criminal que aún rige los destinos de España al borde del cese, pero no. Nadie suelta el sillón, ni las prebendas, temiendo más a los resultados de las próximas generales, donde Podemos encabeza el ránquing, que a una mayor acumulación de mugre políticofinanciera al aire libre, y la desesperación de millones de familias. Horas antes, el todavía presidente pidió perdón, no se sabe bien porqué, pues son tan clamorosas sus faltas a la verdad y los desmanes perpetrados por esta dictadura parlamentaria, a lo largo y ancho de estos cuatro dolorosos años que enumerar las cuentas del collar podrían servirle a él y su corte fascista de réquiem, como prolegómeno de un vasto Nüremberg a la española, sin ahorcados pero con duras penas a cumplir de por vida para los responsables de este auténtico genocidio social y económico, perpetrado contra el país y el Estado de derecho. El ajuste de cuentas con la verdad llegará, y cuánto más tarden en soltar las riendas del poder estos desalmados, peores serán las consecuencias que sobre ellos caigan. La acumulación de perversidades y groseros desatinos que ofenden la razón, comporta nubes negras, truenos, relámpagos y un vendaval que destruye fortalezas que, hasta la víspera se creían inexpugnables. El fenómeno atmosférico también rige las relaciones sociales. Quienes no respetan sus leyes, se exponen a pagar el más duro de los tributos.
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