Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 30 de noviembre de 2012

UN ENFERMO TERMINAL


Incumpliendo su promesa de pagar las pensiones acusando la inflación anual, Mariano Rajoy acaba de cruzar su última línea roja. Buena parte de los que votan PP son jubilados y pensionados, ya afectados por el IVA y las nuevas cargas familiares, aportadas por la crisis. Por ende, habiendo cruzado esa última línea de defensa con las restantes promesas, puntualmente incumplidas, le aguarda otra importante caída en la estimación de sufragio. No es el despeñamiento final. De momento se comerán el turrón navideño. Pero en estos once meses la caída es vertiginosa, aunque parezca lenta. Las agonías de cualquier terrible enfermedad son así. Y este Gobierno padece una que le va corroyendo. Les nace del alma a sus ministros, diputados, senadores y funcionarios, proyectándose en todos sus dichos y acciones. Lo mismo está pasando en Grecia, Portugal e Irlanda, pero en España la insensibilidad es más altanera y manifiesta. Se ampara en una mayoría parlamentaria absoluta, complementada por gobernaciones y alcaldías en todo el territorio, mientras se desvanece su correspondencia en una sociedad civil que cada día suma nuevos colectivos a la huelga y la manifestación callejera. 
La creciente pobreza y desvertebración social también cruzarán su propia linea roja. El día que la suma de las que van cruzando desemboque en la última, este Gobierno caerá. Nadie puede gobernar mintiendo y timando a sus ciudadanos, mientras intenta justificar crueles medidas y desastres que son producto de la incompetencia, en sustancia otra forma de crueldad. Con un paro que ronda los seis millones de personas, la mitad de jóvenes sin trabajo ni porvenir, y el retroceso educativo y sanitario, la explosión social se dibuja en el horizonte, como la suma de factores imposibles de soportar por una nación más o menos civilizada. 
No vale que Rajoy le eche la culpa a Merkel, y Mas a Rajoy. Cada gobernante debe asumir la responsabilidad de gobernar para ciudadanos que votaron un programa. Incumpliéndolos en extremos semejantes, les aguarda el destino que se merecen cuando truene el escarmiento. Y qué nadie lo dude, esa hora -así lo dice la Historia- llegará...

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