Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 16 de noviembre de 2012

LAS ÉLITES


Uno de los problemas que aborda la Europa de hoy, y muy en especial España, es la ausencia de una élite caracterizada por su lucidez e ímpetu social. 
Ante la debilidad prolongada de la sociedad civil, sus líderes artísticos, políticos y empresariales se hornearon proyectando esa falta de autonomía que sólo brinda una sólida formación. La economía dependiente y poco industrializada fue fiel reflejo de estos límites, peligrosos ante una crisis como la actual. Mis quejas en relación con la basura que se imprime y entoma, o la que producen los periódicos guarda íntima relación con dichos valores. Seis millones de parados revelan asimismo el profundo anclaje espiritual que vivimos. Ello es fruto de una educación defectuosa y poco competitiva; si bien cabe admitir que, sobre todo en el campo de la ciencia y la técnica, los cerebros españoles cunden. Muchos de ellos deben emigrar si no lo hicieron ya. El sangrado de talentos y la asfixia de otros no paró de crecer, al menos desde el 2008, eclosionando gracias a este pésimo Gobierno y el que lo antecedió. 
En estos días aciagos, de recortes, desahucios, paro y penuria que se generalizan, tanto el PP como el PSOE son incapaces de resolver los mínimos problemas de una población que empobrece cada día. Y es que en el apartado político es dónde los defectos congénitos de la élite provocan desastres mayores. La dependencia del exterior, de vieja data en un país poco industrializado, se acentúa con el Euro asimétrico y la sujeción a quien hoy manda en Europa: Alemania, uno de los dos grandes prestamistas y acreedores (el otro es Francia). Las mentes vasallas precisan de este oxígeno conceptual para sobrevivir a través del voto. Fueron educadas con una idea de Europa de la que los países del sur éramos furgón de cola. 
Se hablaba entonces de "la locomotora alemana" sin imaginar que terminaría arrollándonos. Hoy, la porción mayoritaria y decisiva de la élite cede gustosa el cuerpo social de un país echado en los rieles que entrega a su voracidad financiera, y el cobro compulsivo de la deuda, bajo el cerrojo de la moneda única y los dictados del BCE y el Bundesbank. 
Desde la entraña social, sin embargo, algo está cambiando. La rebelión popular, pacífica aún, se desarrolla imparable en busca de una nueva identidad que reemplace la extraviada para siempre. Si este viento renovador se huracana, las perspectivas que que una nueva élite reemplace a la que fracasó bajo el impulso de la Transición será un hecho cierto, y no sólo en España. Las perspectivas de una Europa fuerte y cohesionada precisa de otra centralización, económica, política y social. Para ello habrá que vencer a la fracasada tropilla de cipayos, que en todos los estamentos nos condujeron a esta pavorosa encrucijada. De no articular el Frente social en Partido con un programa renovador que equilibre los factores de producción, nuevos piélagos de calamidades se cernirán sobre nosotros. 
Las leyes de la supervivencia nos obligan a organizarnos avizorando nuevos horizontes. Los pueblos que no lo hagan perecerán.

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