Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 20 de noviembre de 2012

LA AMPULOSA PEQUEÑEZ






Ayer, mi natural agresividad contactó con un merluzo de larga trayectoria en el mundo editorial. "Cuarenta años  de labor", acusa, pretendiendo seguir unos cuantos más, tras ser expulsado de una importante multinacional en un país de América Latina que, en parte le debe el cierre de la sucursal. 
Obstinado, insiste en permanecer, contra viento y marea. Sería conmovedor si él no fuese quién es.
Tras un par de correos entre ambos, llegó la revisión de su blog, una pieza mediocre de insustanciales comentarios. Allí se alarma por la concentración editorial, revelada en la reciente absorción de Random House. Acostumbrado a ocupar parcelas que controla, se lleva las manos a la cabeza. ¿Quién valorará sus cuarenta años de servicio cagando gente de talento y buena autoestima, desde habituales despachos en los que se sentía un poderoso señor, siempre rodeado de secretarias y lameculos de baja pluma, destinados a ser encumbrados por su omnímoda voluntad?
A tipos como él los calo a la distancia, por una razón. Trabajo desde los ocho años, y desde los once -hasta no hace mucho-, vendí productos culturales en varios países. Casi nací leyendo, escribiendo y pateando las aceras del mundo.  Por consiguiente, cuando conoces a un aparatchik los conoces a todos. Siempre responden al mismo patrón de oportunismo arribista.
El  paranoico mundo editorial es uno de los más pródigos en tal sentido. Un manuscrito no publicado es algo intangible y sujeto a la voluntad de quien dispone de poder para realizarlo en las librerías. Entonces aparecen estos ejecutivos (o pequeños editores, e incluso agentes, de continuo sobrevaluados) dueños de olfato corto y ambiciones que les quedan grandes. 
Sienten que tienen un poder omnímodo y levitan, hasta desvanecerse en el vago recuerdo de los emprendimientos fallidos.
No voy a revelar quién es el aludido merluzo, hundido en el fracaso y sus propias lágrimas de cocodrilo. En momentos de concentración editorial y crisis de ventas puede ser cualquiera. En concreto, patrocinó desde el comienzo y durante mucos años a un ladrón literario y lumpen vocacional, recientemente fallecido.
Diré sin embargo que, gracias a fulanos como el aludido manager editorial, esa gentuza es la que los últimos veinticinco años dejó la buena literatura a la altura del betún. No voy a defender el monopolio de nadie, pero es seguro que los ejecutivos de las grandes editoriales superan una criba especial de capacidad.
Entre los pequeños editores o ejecutivos habrá gente de talento, sin duda, pero sólo di con uno y en el primer apartado. Vive la crisis y es imposible que unamos fuerzas en este momento.
No es la regla general sino su excepción, entre muy pocas.

 

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