Para ejercer la más alta magistratura de cualquier país se requiere equilibrio personal. No conservarlo equivale a que, tarde o temprano la Historia pase factura. La señora Cristina Fernández no parece conservarlo. Sus votantes le perdonaron los millones que ella y su finado esposo ganaron durante sus respectivas presidencias, pero, ante las dificultades económicas y sociales que atraviesa el país, azotado por una inflación desbocada y por desigualdades que poco palían las devaluadas subvenciones, muchos fieles empezarán a preguntarse, entre otras cosas, el porqué de este aumento de sueldo, cuando es bien sabido que, frente a la enorme fortuna amasada y siendo "chirolas"(como dicen los argentinos a la comparativa poca cosa), la suba administrada suena a burla de los que tienen poco y nada. De paso, la munición otorgada a los Macri, Duhalde, Carrió y cía, es considerable.
Pronto volverán a sonar las cacerolas, batiendo redoble de tambor con letra de Beatriz Sarlo y pasos de baile del gordo Lanata.
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