Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 9 de mayo de 2009

LA FALLIDA MENCIÓN DE UN DELINCUENTE.

Manuel Pampín, el vulgar chorizo de "Ediciones Corregidor".
La mención del timador viene a cuento por el honorífico comentario que le destina en el diario argentino Página 12, Osvaldo Bayer.
Respeto profundamente a Bayer. De él apenas me separa su anarquismo estructural. En lo demás cuenta su obra, densa, meritoria y llena de sensibilidad social reflejando los latrocinios militares perpetrados contra los indígenas durante la llamada Conquista del Desierto novecentista, y la represión proletaria en los albores del siglo XX.
Sin embargo, esto otro semeja de su parte pura nostalgia, de un pasado remoto que no volverá. Pues si es verdad que Pampín editó a muchos escritores argentinos años atrás, hace tiempo que su estela palideció hasta apagarse en un charco de aguas servidas.
Cuando fui a verle no lo sabía. Aún predominaban en mi recuerdo las lecturas juveniles de autores lanzados por "Corregidor". Contactar con él fue fácil.
A las pocas horas nos saludamos en "La Paz", y tras cerciorarse que yo no era un acreedor, interpósito abogado o inspector de Hacienda, me condujo a su "oficina". Una vez allí iniciamos tratativas de veloz trámite. Supuestamente entusiasmado por mi obra, que tras su lectura juzgaba "muy importante" firmé en Buenos Aires un contrato de publicación de "Perón. Luz y Sombras. Tomo 1".
El mismo duraba dos años, durante los cuales no recibí del "editor" ningún mensaje en Barcelona. La previa visita de mi sobrino a su guarida tampoco cambió nada, salvo en los informes que recibí del susodicho.
El viejo maula era poco más que un cartonero, sin acreditar la dignidad de quien en la Argentina de hoy trabaja duro para ganarse el pan.
A un año de la firma contractual Pampín estaba quebrado y lleno de deudas. Asunto que yo sospechaba desde el inicio de las breves negociaciones, en las que debí oblar una invitación suya a almorzar, soportando luego cierta agresión de una horrenda hija igualita a él ( pero con los labios pintados de un rojo subido).
Lo que procuraba en realidad el indecente, es que el autor le financiase su propio texto, modalidad frecuente en los editores criollos de la época y estrategia que para nada encajaba en mis planes.
Vencido el plazo, publiqué mi libro en España. Eso fue en el 2004. Dos años después viajé a Buenos Aires (pasando de él olímpicamente) y en una librería descubrí un tomo de Alejandro Monzón (hijo), titulado "Llegó Carta de Perón", editado por su sello: "El más argentino de todos".
No voy a explayarme en este burdo ejemplo de propaganda peronista, mal redactado y confuso. Sólo pude constatar que, buena parte de mi investigación sobre el personaje, entregada en dos diskettes al cuatrero, se aglomeraba desordenadamente en la edición, servicio de pago extendido por el susodicho a otros autores, aunque no les "editase" la basura.
Así, mediante el miserable procedimiento, este argentino de origen gallego, cuya apariencia actual dista de reflejar el estilo, entre patriarcal y bufonesco de la foto (hoy está como si le hubiera pasado un tanque Sherman por encima), se une a otros chorizos editoriales y comparsas literarios que saquean las labores del prójimo.
Ya lo dije en relación con otras momias vivientes del pasado argentino, empezando por Rogelio García Lupo, Juan José Sebreli, María Seoane y un rencoroso Daniel Muchnik.
Hay muchos más en cartera, pero de momento, ellos y Pampín son para mí claros ejemplos civiles del frustrante ayer que llevó al presente.
Hay quienes atravesaron esa dolorosa etapa de décadas perdidas sin extraviar la dignidad ni el decoro. Siendo pocos, aún existen aunque la generosidad del recuerdo en algunos grandes (como es el caso de Bayer) salve, ayer nomás, de la merecida pira funeraria al último de la lista y el peor de todos...

No hay comentarios: