Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 16 de febrero de 2009

LA FRÁGIL VICTORIA DE HUGO CHÁVEZ

Como buen populista, quiere acapararlo todo. Incluso, la pendiente que conduce al ocaso.

Estudiar a fondo la trayectoria de Perón me permite entender a Hugo Chávez.
Ambos de humilde origen, son el resultado de una sociedad injusta, y con el pretexto de edificar otra de distinto signo reiteran la injusticia en un nuevo formato. La jauría y sus nuevos líderes -herencia no deseada de la previa etapa- cambian los collares, mas no su salvaje naturaleza.
La victoria de ayer promete reforzar el creciente autoritarismo del funcionariado "bolivariano" y su jefe. Él y ellos han conseguido en este referéndum número quince, el objetivo de perpetuar mandatos indefinidamente a traves del sufragio; consolidando una casta funcionarial voraz. No hay mayor enemigo para la democracia que tal providencia.
Si el pacto de Punto Fijo desdoblaba el juego tramposo, sellado por dos partidos de la clase media, encabezados por oligarcas políticos, Hugo Chávez simplificó el método concentrando a otros segmentos de la clase media, fracciones de la burguesía, la casta militar que él mismo representa y millones de desposeídos.
Los símbolos patrióticos, patrimonializados uno a uno con gran logronería y clamorosa espectacularidad, encajan con ciertas mejoras sociales que, en realidad huelen a soborno, aunque palíen males endémicos de la vieja estructura social.
Empero, el 54% por ciento de los votos que respaldaron en la víspera los caprichos del Presidente, no garantizan el arrinconamiento y la sumisión del 45% por ciento que no le votó. La fractura de la sociedad civil venezolana es una honda herida presta a sangrar en cualquier instante. El estímulo constante de Chávez y su bloque de poder aumentan el riesgo.
Con la caída de los precios del petróleo, una inflación disparada que reduce los salarios mes a mes y la corrupción que roe la casta funcionarial del chavismo -a la vez que fractura el Ejército-, los días del experimento populista están contados.
En 1952 y tras seis años de poder omnímodo, Perón aplastó en las urnas a sus rivales. Apenas tres calendarios después, un Estado Justicialista podrido hasta los huesos se derrumbó con estrépito, emprendiendo la fuga su arrogante dictador.
Meses antes el régimen y su General parecían eternos, hasta el punto de que ni los servicios secretos de Washington o el embajador en Buenos Aires se atrevían a apostar por su desaparición.
La fuerza del populismo latinoamericano es menos real de lo que aparenta.
Perón, con todo el oro acumulado en la inmediata posguerra -tan malgastado en sostener lo insostenible-, lo demostró con creces. Derrochando a espuertas el oro negro brotado de las entrañas de la tierra y saldado a muy buen precio, Chávez montó su escena prebendaria y corruptora durante los últimos diez años, sin realizarse dictador pese a las ganas.
Ayer mismo, el paracaidista y ex golpista avanzó en el afán, restándole (en dudosa lid) algún tiempo al azaroso destino que aguarda a su República Bolivariana.
En 1955, el maestro criollo de la Nueva Argentina se largó antes de que su menguada popularidad terminase mordiendo el polvo.
Menos cauto, el discípulo norteño se arriesga a que las fuerzas combinadas de la crisis económica mundial, la descomposición de su régimen, y la ira popular, encuentren la espada (tal vez la del disidente General Baduel, o en el peor de los casos algún gorila) que rasgue el tupido velo de la previsible realización dictatorial.
En el caso argentino, el tiovivo del odio social sustituyó el necesario régimen democrático. Por ende, las conquistas obreras y el reformismo peronista, junto al discurso nacionalista y sus símbolos, quedaron prácticamente abolidos.
El resto es de dominio público.
Lo que ocurra en Venezuela dependerá de la formación de una clase dirigente que, sin renunciar a la reforma social emprenda una ruta con futuro, sepultando uno a uno los males del pasado.

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