Existe un acabado vínculo entre el neurólogo y el periodista avezado. La supresión radial de Nelson Castro indica su peligrosidad para un pensamiento dominante hecho poder, hoy en declive.
A diferencia del academicismo algo plúmbeo de Mariano Grondona o el estimable discurso profesoral de Natalio Botana (un pelín demodée), el expulsado del etéreo paraíso populista y su poca tolerancia, rezuma modernidad, junto a un pasado coherente del que sus referentes liberales carecen.
El tono bajo y modulado en la voz de Castro, unido a su imagen aséptica, propia del médico que ausculta al paciente en pos del diagnóstico tras renovar su higiene cada hora, se funde a un mensaje democrático esencialmente creativo, por lo crítico y modular.
Para alguien cómo él, la democracia nunca termina de realizarse. Tal es su virtud...
Se me dirá que Perfil, Crítica, La Nación o hasta incluso Clarín (en su alerón disidente), cuentan en plantilla con solventes críticos del autoritario kirchnerismo, y es verdad. Pero entre Joaquín Morales Solá y Nelson Castro median el estilo sobrio y la humildad de quién lejos está de imitar malamente a Jorge Luís Borges sentado en un inodoro.
Si el estilo es el hombre, y éste no puede menos que reflejar en sus acciones fragmentos de su tiempo, el señor Castro viene a representar el futuro, proyectado desde la resistencia crítica.
Del término se apropiaron los discípulos de Perón hace ya muchos años. Pero hoy, sin Ejército que dicte las normas de comportamiento político ni márgenes de maniobra para afincar definitivamente el populismo y sus males, aprovechando la crisis moral y material de la República, se impone el desafío de avanzar en la democracia o convertirla en una machietta de comedia bufa.
Ante la alternativa que nos dispone esta suerte de Patio de la Morocha al revés (con cafishio incorporado), se saldan cuentas con Nelson Castro, un peligroso enemigo de la oligarquización política, bien conectado a su público en la radio, la TV y los periódicos.
No todos los que acometen la azarosa y esforzada tarea de criticar al poder cuentan con el talento necesario. Se me dirá que el talento es un factor agregado, y con ello acuerdo. Pero cuándo se posee y destina a causas justas, asume un indivisible primer plano. Edward Murrow- tan bien plasmado en Buenas noches y buena suerte- lo demostró hace poco más de medio siglo destartalando a McCarthy.
Nelson Castro pertenece a esa tribu, tan bien retratada por Dashiell Hammett y Raymond Chandler mediante sus tercos y audaces private eyes.
Un gran periodista equivale ni más ni menos que a éso. La diferencia radica en que no está solo. La siembra de su mensaje le torna invulnerable ante las tramas corruptas y las ambiciones imposibles de quienes procuran enterrarle en vida...
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