Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 7 de febrero de 2009

ELUANA Y LA PIEDAD


Eluana Yolanda Giuglia Englaro, la italiana de 38 años, cuándo apenas contaba con 21, instante en que un desdichado accidente de tránsito mutó su vitalidad por el estado vegetativo.

Entiendo la piedad como ejercicio ético. Eluana vegeta sin consciencia alguna en coma irreversible, alimentada artificialmente, y en permanente vigilia. En atención a la demanda paterna, el Tribunal de Apelación de Milán y luego el TC le concedieron el derecho a una muerte digna.

En la firmeza de la sentencia primó la consideración que, según el padre, tenía su hija de una existencia sin sufrimiento. La irreversibilidad del coma había determinado un estado vegetativo que atrapó a Eluana "en una trampa de mecanismos médicos" de los que el progenitor intentó, sin hesitar, liberarla para siempre.

Para el cavaliere Berlusconi, la eutanasia -consentida o no- es un crimen; concepto asumido previamente y como es sabido, por la Iglesia Católica y su actual Pontífice.

Según ellos, la piedad tiene otro significado: el del Via Crucis penitente para la víctima y sus seres queridos.

Por más que se intente probar lo contrario, Eluana existe sólo como referente del pasado desde 1992. La instantánea que encabeza el blog es una de las que recorre el mundo. Allí, sonríe una chica joven, llena de ansias de vivir. Poco después las perdió para siempre. Hoy sobreviven su sombra y el recuerdo de lo que fue; contraste especialmente doloroso para la familia y amigos.

¿Qué sentido tiene prolongar el drama de Eluana? ¿Dónde está el valor de atesorar cerrilmente el deterioro irreversible que padece día a día, aunque ella -como se menta, para espanto universal- abra los ojos sin expresión, como acto reflejo de tanto en tanto?

Es comprensible que ante la larga tragedia, el Presidente de la República, Giorgio Napolitano, se niegue a aceptar el decreto de Berlusconi suspendiendo el retiro de la alimentación artificial y la hidratación paulatina del cuerpo semi yaciente.

De él depende el curso de este drama en el que se juega el derecho a morir o no con dignidad, y que, a no dudarlo, sentará un precedente para el mundo civilizado.

Los partes indican que la península se partió en dos ante el caso. La presión del Vaticano sobre muchos italianos llegó hasta Berlusconi y su pandilla.

Ellos han cuestionado el Poder Judicial con la mayor desvergüenza. A Ratzinger los poderes que no emanan de su magisterio también le traen al fresco, en salvaguarda de la fe y su credo, extremadamente conservador.

Incluso, aquellos procedimientos que condenaron antaño a obispos y prelados fascistas o proznazis, son hoy reivindicados por magnos decretos papales.

Pero Italia es una República independiente de estos tejemanejes, y Napolitano un mandatario terco en los principios.

Por lo tanto, aguardamos que Eluana Englaro encuentre la muerte física digna, que de algún modo anticipó en lo esencial, un desdichado accidente años ha.






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