Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 7 de junio de 2008

OBAMA

Es un Sindney Poitier que desde la pantalla salta al primer plano de la política medio siglo después.

Visionar a Poitier defendiendo los ideales de igualdad y democracia en muchas películas nos conduce a este otro afro americano, trajeado en blue y camisa blanca con la infaltable corbata al tono que Poitier supo lucir en destacables filmes. Aquí el Rod Steiger de En el calor de la noche vendría a ser McCain, el perdedor que conserva los principios, aventajados por el descendiente de esclavos destapando la olla podrida del crimen tolerado en un pueblito extraviado en el Medio Oeste.

Creo que Barack Obama corporiza lo que se venía anunciando y actualizaron los desastres perpetrados por Bush. Con él los norteamericanos perdieron identidad propia y prestigio internacional.

El triunfo interior de Obama encaja en los prolegómenos por esa divina virtud de representar de hecho lo que se mamó en años de opresión y luchas civiles.

Hillary Clinton remeda objetivamente al Spencer Tracy -juez de la Corte Suprema de Justicia en el filme- anfitrión que se cayó del guindo en Adivina quién viene a cenar. La trepidante batalla por vencerle es la que Tracy -especialmente celoso del porvenir marital de su hija- escenifica en el célebre filme con ayuda de Katharine Hepburn, representada en franca inversión de sexos, por Bill Clinton.

La senadora, quien junto al marido encarnaba el liberalismo blanco de los demócratas norteamericanos, resistió hasta último momento la superioridad mediática de su rival. La aplastante cultura de siglos y los filmes del Hollywood dorado le bloqueaban la lógica. Hillary, la ambiciosa y feminista fue educada en una amigable condescendencia con los sirvientes; no precisamente en los términos de igualdad; sólo adecuados hasta cierto punto cuando se tiene la sartén por el mango.

Ahora, por esas vueltas de la vida el mango de la sartén lo tiene el mestizo de marras y comunicador de talento, Barack. menos negro que Poitier, pero casi tanto como Condoleeza Rice. De su pensamiento político real, sabemos que apoya a Israel y poco más. Por de pronto el factor retrata su posicionamiento como buen espécimen de la fauna imperial. Sabe lo que debe ocultar celosamente bajo el manto de gloriosas promesas y las escenifica condignamente soltando globos de ensayo.

No obstante, hace poco más de un mes mi amigo del correspondiente Blog y yo, conjeturábamos que Barack podía ser asesinado. Hillary lo anunció con gran naturalidad días atrás ante los cronistas de un periódico, así como lo sugiere el aniversario tan mediático del asesinato de Bobby Kennedy .

El cinismo estructural de la señora Rodham Clinton tiene una base histórica muy sólida. En los Estados Unidos cualquier ciudadano puede jugar, en broma o en serio, con un arma de cualquier calibre más o menos razonable si media una amenaza contra su seguridad. Y con Obama en la Casa Blanca no todo es tan seguro como lo sería con la actual senadora.

No historiaré magnicidios. Para eso valen otros blogs menos imaginativos. Sólo diré que en la tierra de Washington y Jefferson -sede territorial de la mafia más violenta y organizada del planeta- hay unos cuantos presidentes asesinados, y que, pese a las providencias que adopta el servicio secreto hoy, no hay blindaje que soporte ciertas dosis de odio público.

Desde el Partido Demócrata la mujer de Clinton probó una vez más que el odio existe. Lo demás, creo que dependerá de Obama y el fondo de su alma.

Por ahora le creemos a Sidney Poitier.





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