Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 15 de junio de 2008

DISENSOS Y PRONTAS DECISIONES

El de Irlanda, afirmado en los suficientes votos y una enorme abstención, retrata una vez más las dificultades que aborda la Unión Europea en las actuales circunstancias.

El ala Oeste del Viejo Continente se enfrenta a una crisis de sobreproducción, agravada por le disparadero del barril petrolero y los alimentos primarios. Las sociedades prosperan al alza. En horas bajas se resquebrajan como edificios mal construidos, por la aluminosis.

No hemos creado energías alternativas al oro negro. Nuestra atávica precariedad de octava potencia -con diez millones viviendo en el umbral de la pobreza y otros diez con sueldos bajos y muchos créditos-, nos devuelve la dejación con intereses crecientes.

Tras la catástrofe que causa nuestra imprevisión, nos encontramos unidos a otros países comunitarios en la debacle, sin poder devaluar la moneda y exportar. No es que el Euro se desplome. Es la revés. Sube, desplomándose sobre nuestras cabezas como un garrote, con la pica del euribor batiendo marcas.

Para algunos esto no tiene remedio. Sin embargo hay uno: aceptar un hormiguero más equilibrado, dónde se potencie la cultura con epicentro en la igualdad social.

¿Significa perder privilegios? Es obvio que los estamos perdiendo cada día en medio de una generalizada desorientación.

Más nos vale abandonar la política del avestruz, afrontando la realidad mediante políticas que atenúen el impacto, favoreciendo una mutación al alza.

Convengamos -contra lo que dice insensatamente el Gobierno- que ésta es una crisis larga y sin un pronóstico cierto. Por de pronto, es de recibo que la energía y los alimentos baratos no volverán; pese a que el petróleo supere en casi el 50% su coste real, en sintonía con una demanda preventiva por parte de India y China.

Hoy, la periferia que crece y vende materias primas amaga prosperidad. Si bien la democracia no se ha difundido con equilibrio social y la distribución de la riqueza está lejos de alcanzar nuestros niveles, va siendo hora de prestar atención a una fatal y progresiva imitación del modelo, habida cuenta de esta crisis estructural en el modo de producir y distribuir.

Si en Noruega la diferencia entre pobres y ricos promedia un sexto y en América Latina, Europa del Este, Oriente Medio o Asia trepa hasta un diferencial del cincuenta, será conveniente poner las barbas en remojo.

Ello significa reajustar de momento nuestra economía, y los términos de contrato con la CEE; más favorables a Alemania y Francia que a nosotros.

No es que proponga romper con el progreso que significa la unión. Pero si no adoptamos prontas medidas económicas y éticas que reemplacen el desplome de la construcción, el encarecimiento del crédito y las hipotecas, junto a la inversión en tecnología y energías alternativas, nos alejaremos aún más de los alemanes, los franceses, y lo que es aún peor, de los noruegos.

En la distancia nos acechan especialmente los guarismos sociales suramericanos, con la diferencia de que ellos, con todo el retraso político que se quiera, crecen, mientras nosotros en la sopa boba, nos desgarramos las vestiduras.



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