MENTIR DE VERDAD

La técnica goebbeliana de hacer creer que las mentiras propias son verdades universales tiene ponentes fijos.

El señor Jiménez Losantos no para de justificar sus injurias a media humanidad en nombre de la libertad de expresión. Lo acompañan en el randez vous Pedro José Ramírez, sus escribas y la claque multimedia de Libertad Digital, junto a los camaradas de La Linterna y Las Tardes con Cristina.

El eje del problema que les obsesiona no es Ruíz Gallardón. Más bien radica en que el Partido Popular que ellos tutelaban- sobre todo en materia de fobias- se les fue de las manos.

Por de pronto, estimo que es un hecho progresivo.

No sólo son Rajoy, Cospedal, González Pons, García Escudero o Arenas quienes reniegan de los vocingleros y ambiciosos mariscales del aislamiento y la derrota. Ellos son el eco en las cumbres de lo que se mueve abajo. Esperanza Aguirre o María San Gil también acreditan una base, pero representan la minoría de sus cuadros y votantes.

La existencia de una derecha rezagada en su aislamiento lesiona la calidad del debate democrático y el futuro de la Nación. Cabe recordar lo que sucedió entre 1982 y 1996 con el monopolio político socialista para entenderlo.

En un primer momento la formación de Rajoy gira con prudencia al centro, empleando -es verdad- los métodos burocráticos de siempre. Parece una reacción lógica ante la falta de mejor tradición, pero aún así el escoramiento centrista promueve una mayor apertura a la sociedad real.

Hoy Losantos y su socio, monarcas de la manipulación y las componendas, se escandalizan por esta falta de transparencia, e insisten en demonizarla cuando ellos la prohijaron y mimaron hasta las heces.

Causa gracia la grotesca identificación que el condenado astro matinal de la Cope hace del aparato pepero con los bolcheviques. La intención soterrada es endilgarles propósitos comunistas desacreditándolos ante muchos partidarios de la derecha política y su claro referente: la Presidenta de la Comunidad de Madrid.

Más grotesco aún luce el sostenido ataque al indómito Manuel Fraga, personaje a quién no perdonan su mecenazgo de Ruíz Gallardón; valor centrista en claro ascenso.

Para autócrata y demagogo, nadie como el sentenciado a pagar 36.000 euros. Supera todo lo visto y oido hasta hoy, incluso al mismísimo Ramírez (que ya es mucho superar).

El señor Losantos no es el único que sabe mentir de verdad deformando la Historia para acomodarla a sus malévolos chascarrillos "baturros" (en el ocaso los define amparándose en la tradición).

En la acera de enfrente el Gobierno de la Nación sigue ocultándonos este varapalo económico brutal de sombrío pronóstico. Por ende alguno de sus funcionarios sugiere cambios en el sistema de pensiones, en sintonía con las 65 horas semanales de labor que pretenden imponer a los asalariados la iluminada casta de Bruselas y los premieres de esta Europa en receso.

Están llevándonos a los niveles de vida del Tercer Mundo; aunque por ahora vayamos acreditando ticket para figurar muy pronto en el Segundo.

Los gobernantes europeos tampoco dicen la verdad. Menos suevemente digo que mienten como bellacos cuando nos deletrean el disparadero de los alimentos, el euribor, la energía y el petróleo como algo pasajero.

Esta debacle que tantos pretenden ocultar supera la del ´73 y la del ´ 96. O sea, es un lobo feroz en toda regla; y nosotros, los más pobres, asalariados y autónomos que pagamos impuestos e intereses onerosos por cualquier cosa, se trate de créditos personales o hipotecas, somos sus cerditos.

¿Llegará el desastre en curso a rebasar la del crack financiero del ´29; aquella que padecieron en carne propia nuestros abuelos y desembocó en la Segunda Guerra Mundial?

Mentir de verdad sólo es mentir. El disfraz opera su tocomocho en épocas de confusión. La que se abre esta caída libre de la economía europea requiere realismo, valentía y ante todo equidad social y ética política ante los previsibles reajustes.

La movida de Mariano Rajoy y la mayoría de sus barones y dirigentes medios emprenden, con las limitaciones del caso, esa dirección; imprescidible de cara al debate político y económico con el que repechar empleando esfuerzo y sensatez esta peligrosa encerrona de la globalización mundial.