Las estupideces de Cospedal, Floriano,
González Pons y el "plasmado" Rajoy, o Guindos y Montoro (esos siameses
descompensados), no interesan a nadie, salvo a funcionarios y
congresistas del PP.
Se lo creen ellos, sus mandados de los medios, y pocos más.
Son tantas las
mentiras y el oprobio, con sus tramas de culo al aire mal sumergidas en
la sombra, que nos hemos acostumbrado cada vez más a alzar la voz en el
vecindario y las plazas. Sencillamente
pasamos de ellas, atendiendo a realidades con base social, alejadas de
los espacios cerrados de las formaciones políticas, verticales e
inoperantes hasta la náusea.
Lo que prometen o sentencian quienes
gobiernan mal y se comportan peor aún, carece de importancia para cada
vez más habitantes de esta tierra. Las mentiras constantes son otro
fruto de la corrupción reinante, transversal y sistémica, de grupos que
se forran desde años ha, con cargo a los expoliados contribuyentes, el espacio público y sus víctimas;
paradas, desahuciadas, y escarnecidas a diario.
En medio del
pandemonio, se nos promete el remonte de la felicidad en el 2014(desmentida por la CEE),
mientras Europa se hunde, y nosotros, los del Sur, primero que los del
Norte; aletargados en su fugaz riqueza.
Un señalamiento condenatorio
merece el PSOE, penalizada estructura política que no atina a oponerse a
casi nada de lo que perpetran el Gobierno y sus mandantes. Son, en gran
medida responsables de lo que ocurre, y no desde la semana pasada. Como
refiere Iñaki Gabilondo, los sindicatos tampoco ocupan un primer plano.
La desafección política les alcanza por mérito propio. En cuánto a
Izquierda Unida, aunque las encuestas favorezcan cierto ascenso, el
grueso de la protesta no pasa por ahí. De hecho, el Parlamento es una
caja de resonancia vacía de contenidos; aunque animada a veces por
aquellos que su Presidente desaloja de las gradas con vozarrón de
gorila.
Eso no pasa únicamente por la mayoría absoluta del PP en las
cámaras. Se echan en falta líderes y programas que impongan respeto,
junto a medidas concretas sin las estúpidas cortesías heredadas de la
Transición; mezclando churras con merinas. Las tertulias de radio y TV
reproducen fielmente esa cordial entente; repugnante por cierto, entre
supuestos heraldos del progreso, incapaces de ajustar cuentas con ejemplares cavernarios. Entre tanta lectura escasa, o de corte ideológico,se han saltado a Sun Tzu, y su pieza maestra: "El Arte de la Guerra"
Fuera del
minueto, la protesta y sus colectivos -sucesores del 15M- imponen con vigor junto a los nuevos "escraches"(importados desde Argentina), barreras de
contención y denuncia pública a la infamia imperante. Miles de movilizaciones que no cesan en todo el país, han evitado mayores caídas en la educación y la sanidad, destapando la olla podrida de la Banca y sus Preferentes y tipos hipotecarios (amparados por una añeja Ley, superada por la mismísma UE). Estas acciones paralizaron multiutud de desahucios y la restitución de parte de los dineros estafados a jubilados y familias humildes. Son victorias parciales aunque significativas.
El "¡Sí, se puede!", es la nueva voz
combatiente en este Reino del Revés, de estructura podrida que habrá que
poner al derecho, limpia de parásitos y con la República Social como
nueva forma de Estado, que autorice la convivencia en un país más justo y
solidario.
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