Bañez y Wert; o la conjura de los necios.
La
señora Fátima Bañez, presunta encomendera de la Virgen del Rocío e increíble titular de Trabajo en el Gabinete Rajoy,
mencionaba "la movilidad geográfica" como panacea laboral para muchos
jóvenes españoles. Facilitado por el siniestro sociólogo y ministro José
Ignacio Wert al resto de iletrados camaradas de ruta, el término define
la inmigración territorial desde una región o país, a otros lares. Si
cualquier traslado dentro de un país presupone
el cambio de vivienda y hábitos, el que nos lleva al exterior lo
acentúa, hasta el punto de generar, en menor o mayor grado, la
correspondiente patología.
Sucede con cualquier especie animal o
vegetal, y en otra medida con los seres humanos por lo que presupone un
cambio de hábitos, desarraigo, y ruptura o distanciamiento familiar. No
es lo mismo exiliarse por causas políticas que hacerlo por motivos
laborales, en tanto y cuanto lo último parta de un equilibrio
voluntario y la práctica del idioma vernáculo en la localización de
destino. Pero los jóvenes, y no tan jóvenes españoles en paro de larga
duración, no emigran por pura voluntad o ansia de conquista, sino compulsivamente y a menudo
desconociendo otra lengua que no sea el castellano, en procura de evitar
la miseria, o bien salir de ella mediante un puesto de trabajo en
cualquier cadena de producción exterior.
Hay un precioso texto, escrito por
Leon y Rebeca Grimberg, que "Alianza, libro de bolsillo" editó en
Madrid, hacia 1984, titulado "Psicoanálisis de la Migración y el
Exilio", que explica los riesgos o estragos psíquicos inherentes a los fenómenos migratorios y sus causales.
La patología de la movilidad geográfica está presente,
tan luego, en los cuadros de conflicto más leves. Si a los que aquí padecemos agregamos
la descapitalización juvenil, a menudo cualificada, que afecta a España,
sumida en la encrucijada de esta brutal crisis, podremos evaluar la
ligereza criminal de Bañez, Wert y los integrantes de este tenebroso
Gabinete, desestimando lo que comporta forzosa huida, al tiempo que
promueven la insinuada aventura romántica para cientos de miles, cuando
no millones de ciudadanos. Es cierto que los más audaces emigran. Pero
la consiguiente merma humana y productiva que sufre el
territorio madre con cada partida representa una pérdida irremediable. Y este horrible Gobierno de gentes sin conciencia, hace lo imposible por no evitarla.
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