Pese
al valor y el arrojo de los movimientos sociales, el sistema imperante
está consolidando el diseño de una sociedad repartida entre poderosos
señores, oligarquías políticas de listas cerradas y votantes satisfechos, otros temerosos de perder el empleo, y
los parados, muchos de ellos desahuciados, en la perspectiva mendicante
de sobrevivir entre la protesta y la pobreza, con la vecindad de una criminalización ascendente en ciertas capas de la población.
El modelo, existente en la España del franquismo y varios países del Tercer Mundo, ha probado hondas raíces difíciles de extirpar en posteriores etapas de desarrollo.
Pese a caer la intención de voto al PSOE y el PP hasta redondear
apenas un 50%del padrón electoral, el resto de las formaciones -salvando parcialmente a
Izquierda Unida, el BNG, Bildu y sólo observándola con buena voluntad
ERC-, son de derecha. Esta realidad, desfavorable en cifras y teóricas
papeletas de voto, explica que Rajoy y el putrefacto PP continúen gobernando mediante un talante confiscador, retrógrado y enemigo del espacio público y el bienestar generalizado, con el semiclandestino acuerdo del PSOE.
La sujeción a la Europa alemana es el
cerrojo de este cofre devastador y mortal para con la equidad social.
Precisar el poderío de las fuerzas a combatir y derrotar no es
pesimista. La realidad hay que cogerla por los cuernos. Y esta, no otra es la
determinante en la España de hoy.
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