Entre la tragedia de Bangladesh y la de
Boston no median las distancias que a primera vista creemos. Sí el interés y la
conmoción. En los países con cierto grado de civilización nos conmueven
las que discurren en culturas cercanas. ¿Hasta qué punto
nos estremecen las remotas víctimas de la fábrica textil de Bangladesh en precario, o las de Irak, Siria o Malí?
En la factoría, las
multinacionales de Occidente hacían su pingüe negocio en medio de la precariedad y el riesgo del personal, cambiando
salarios de hambre y auténtica sujeción esclavista, por parné del bueno a espuertas. ¿Hasta qué punto no
somos responsables, por acción u omisión, de lo que perpetran nuestras
trasnacionales y clases acomodadas? Lo de Irak es bien conocido. Y
Siria continúa desangrándose sin que nadie con poder de decisión y
criterio haga nada por remediarlo. Luego, el luctuoso atentado de Boston viene a ser un
eco, terrible y criminal, es cierto; aunque de otros crímenes menos perceptibles, y sin embargo tangibles en su monstruosa dimensión...
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