Sujeto
de pobre personalidad, el burócrata Rajoy emplea criterios jerárquicos,
propios de la milicia que, traducidos en política proyectan
autoritarismo y extrema necedad. El fascismo musoliniano hizo de la "gerarchía" el supremo valor de sus acciones despóticas. La vecindad de este Gobierno del PP con dicho principio -asentado constitucionalmente en la mayoría absoluta, ya caducada socialmente, en las cámaras- le convierte de hecho en parafascista.
Los miembros del Gabinete cumplen
sus órdenes, mientras a su vez, él cumplimenta las de Merkel. Por eso, cuando
este absurdo General sin jinetas se declara "satisfecho" con sus coroneles,
mayores y tenientes, ante la catástrofe, obra con coherencia.
En sus desmemorias, José María Aznar recuerda, y en esto hay que
creerle que, al designarle sucesor en el Partido y la futura candidatura
presidencial, el ex sugirió que se fuera a contárselo a su
mujer. "Primero a mi padre", respondió con su mueca de incierta sonrisa
quien todavía preside España destruyendo empleo, bienestar social,
tejido cultural e instituciones desde hace año y medio. Ello, y la larga dictadura franquista,
explican de quiénes heredó la pésima noción de mando político. Sumisión,
obediencia, mentiras, secretismo y devastación, desarrollan desde el
lugar equivocado, las consecuencias de una pésima formación, envuelta en
tinieblas y represión.
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