En su soterrada defensa del nacionalismo vasco más agresivo, este mal ejemplo de periodismo opinante justifica la "ciega ira" de las víctimas de De Juana y sus deudos.
De ciega, nada.
Es la ira más lúcida; la que por fuerza nace del desgarramiento ante la pérdida de los seres queridos, o de la mutilación de por vida. Como Ortiz no perdió a nadie ni le faltan brazos, piernas, o le sobran secuelas físicas o mentales de algún atentado, se permite cegar la ira de los que sí padecieron en carne propia las acciones de ETA.
No contento con ofender a las víctimas del terrorismo y los millones de españoles que nos solidarizamos con ellas, el escriba se remite a la Constitución Española y su expresa prohibición de aplicar la condena perpetua; cómo si no fuera posible modificar el punto (o cualquier otro) si así lo considerasen los ciudadanos.
Tales prejuicios se extienden a los presos de la banda terrorista (no, desde luego, a los que padecieron los tormentos del zulo, como entre muchos otros Ortega Lara). Cabe transcribir lo que Ortiz escribió al respecto para advertir hasta dónde es capaz de torcer la realidad.
"Se ha insistido hasta la saciedad en la falta de arrepentimiento de De Juana y de otros miembros de ETA que son excarcelados tras cumplir largas condenas.
Tal como se presenta el asunto, se diría que todos están deseando quedar libres para poner bombas".
Las que pusieron o ayudaron a explosionar bombas segaron cantidad de vidas. Dicho sea de paso, muy pocos de los excarcelados de la banda se arrepintieron de algo. El desafiante mafioso De Juana es el ejemplo más clamoroso de arrogancia criminal; aunque no el único, y eso lo sabemos todos.
El articulista niega la presunción, y sumando desvergüenza, prosigue su labor de abogado del Diablo.
"Han sido contadísimos, casi anecdóticos los casos de ex presos de ETA veteranos que han vuelto a las andadas. Es posible que no renieguen a voz en cuello de su pasado por razones imaginables, pero en la práctica están escarmentados. O anulados. O hartos del combate".
Obsérvese el lenguaje empleado por Ortiz para definir actividades criminales. Para él las atrocidades perpetradas por la banda asesina durante treinta años, son "andadas" o prácticas de "combate".
Si hay alguien que está harto de lo que este sujeto llama "andadas" o "combate" etarra, ésos somos nosotros, la inmensa mayoría de los españoles. Creo, no obstante, debiéramos excluir al reduccionista en el cómputo.
Rematando su miserable bando, refrenda el dudoso mérito.
"Quizá conviniera, ya que de eso se habla, que alguien informara a la ciudadanía de los efectos psicológicos devastadores que tiene pasar veinte años en una cárcel. Están muy estudiados. Equivalen, para entendernos, a media pena de muerte.
¿Qué media les parece poco?
Pues vale, exíjanla entera.
Retrátense".
Si señor, me retrato para su prontuario, y hasta el de la banda sin complejo alguno, a diferencia de alguien empeñado en disfrazar malamente lo que le pide el cuerpo en su ladina concupiscencia (como apetito contrario a la razón) para con el terror.
No es la única vez que usted retrata su mala conciencia de falso rebelde. En otros post expliqué de qué modo opera manipulando conceptos que son meros sofismas beneficiando sombrías causas.
ETA y los pistoleros de la organización que purgan cárcel aplicaron la pena de muerte a muchos ciudadanos.
No fue media ni simbólica, sino absoluta. Hoy, esos cientos de hombres, mujeres y niños rotos por bombas y metralla o bala de grueso calibre, sólo existen en la memoria de sus familiares y amigos, prieta en dolor y deseos de justicia.
Para realizar esa tarea realmente devastadora con el prójimo (de la que ud. no refiere una sola palabra de condena expresa) en nombre de una patria cruel, les bastó su código criminal amparado en la sombra.
Nos preocupa bastante menos que al piadoso y "humanista" colunista de Público los efectos psicológicos devastadores de la cárcel que purgan, han purgado o purgarán los asesinos (o "combatientes" según su piadoso lenguaje).
Eso sí, desprecio a todo aquel que entregue su pluma a aquello que niegue la vida, por más que intente disimularlo.
Que Ortiz lo procure con empeño mediante su friso diario de hormiguita torticera, no indica que lo consiga. Parece evidente, que el factor humano de los que han sido o serán blancos de ETA le importa un carajo.
En cambio, a la gran mayoría de españoles, catalanes, gallegos y vascos, sí nos importa. El de los violentos cuenta mucho menos. De hecho la realización de sus pesadillas comportan un peligro para la sociedad.
El presente post, que de paso nos retrata a usted y en este caso a mi, señor Ortiz, es una prueba más de lo que une o separa el factor humano a la hora de interpretar y sentir la realidad.
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