Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

jueves, 21 de agosto de 2008

EL MENSAJERO DE LA MUERTE

El señor Jiménez Losantos revela al fin los alcances de su paranoia compulsiva, de auténtico corte criminal.

En recientes declaraciones oficiosas recomienda al candidato Mc Cain -favorito en las últimas encuestas presidenciales- invadir Venezuela, Ecuador y Cuba. De paso lamenta que hasta la fecha el glorioso Ejército de los EEUU no haya ocupado esos territorios, liquidando a los hermanos Castro. Igual sentir le lleva a deplorar que el Ejército venezolano tampoco despachara a Hugo Chávez en el último (y frustrado) cuartelazo, tan festejado en su momento por el gobierno Aznar.

Tal explosión de violencia verbal, repartida entre espontaneidades y respuestas al reconocido plagiario peruano Jaime Bayly, no me asombran. Las recientes condenas judiciales que cayeron sobre él, unida a la deliberación sobre la conveniencia de prescindir de sus servicios en el seno de la Conferencia Episcopal, han precipitado en el ánimo del aludido, el pasaje a una fase superior de agresividad; suerte de hidrofobia teórica vinculada a la destrucción total.

Para este "baturro" (sic) cuenta aquello que contó siempre; muy manifiesto en su desprecio vejatorio para con aquellos que no "piensan" como él: la fuerza bruta.

Sus enloquecidas y más recientes recomendaciones, delegando en las armas de una gran potencia el orden del planeta, violan todos los apartados del derecho internacional.

El millón de muertos de Iraq o las interminables víctimas de Afganistán no le conmueven el absoluto. Por el contrario, quiere más.

Nada mejor entonces que abrir un nuevo frente en América Latina, donde la simpatía por los norteamericanos y sus tropelías del pasado no son para tirar cohetes ni celebrar con confeti.

Salvando al gobierno de Colombia -una pieza fiel a la doctrina espiritual de George Walker Bush- los mandatarios latinoamericanos han sido tan, o más despreciados por la prédica de Losantos, que sus enemigos vernáculos.

La estúpida y vejatoria chanza que dirigíó a Evo Morales utilizando a sus payasos de La Mañana fue una pequeña muestra del desprecio que siente por los países que limitan al sur del Río Bravo. Idéntico al que manifiesta de continuo por los árabes; los hindúes e indígenas en general; los chinos continentales; los eslavos; los maoríes; los africanos y afroamericanos; los catalanes; gallegos y vascos; y por sobre toda etnia, o religión que no coincida con la que manifiestan profesar sus patrocinadores del eter: los pobres del mundo.

¿Imaginan ustedes lo que sería el Continente Americano desde Alaska hasta Tierra del Fuego, si cualquier inquilino de la Casa Blanca siguiera los consejos de este demente? Yo, que conozco bastante bien el paño, no puedo menos que horrorizarme con sólo imaginar la espantosa carnicería y devastación que sucedería, no ya a una invasión armada, sino ante un mero magnicidio orquestado por el CIA.

Lo peor de todo esto es que, pese a las versiones que señalan su dead end en la emisora, Losantos no fue expulsado de la Cope. Sin embargo estas declaraciones, obtusas y tácitamente genocidas en su consecuencia última, podrían ser pasibles de nuevas denuncias en los juzgados de guardia.

No sólo pisotean el derecho internacional; en su propósito siembran la violencia en una escala que cualquier ciudadano sensato debe repudiar expresamente.

Qué yo sepa, no lo ha hecho hasta hoy el tan cristiano obispo Rouco Varela, principal sostenedor de Losantos y su pandilla en la citada emisora. Ni la "liberal" Esperanza Aguirre, valedora madrileña desde su cargo en la Comunidad, de Libertad Digital TV, mini feudo audiovisual del Pequeño Hitler.

Si, digo bien.

Es que cuando le bauticé en el Blog como Pequeño César, evocando al Edward G. Robinson del filme homónimo (Little Caesar en su título original) la historia prueba que me quedé corto.

Desde luego, en ningún caso tan corto como este oficioso y abominable mensajero de la muerte...








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