Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 26 de agosto de 2008

LAS INDISCRECIONES DE UNA VENTANA



Como ya dije en relación con "Laura" en otro post, hay obras maestras que son justamente eso, porque nos enseñan a mirar la vida. El arte cuando es cine y viceversa, comporta una fuente inagotable de inspiración; elemento imprescindible para disfrutar de la existencia. Sin inspiración, nos gobiernan la rutina y las simplezas. Esto es, el conformismo.

Y no hay peor vida que la rendida al conformismo.
Alfred Hitchcock, igual que John Ford, nos llena de optimismo en cada filme. Y no es que su mensaje sea en sí mismo optimista. El optimismo existe en los que disfrutamos de sus sensitivas, inteligentes y apasionantes narraciones. Es lo que consigue el genio cuando es entendido aunque el mensaje sea pesimista o lo parezca.

"Rear Window", para nosotros "La ventana indiscreta"/1954, es una de sus grandes obras maestras, comparable en agudeza y atmósfera a la más fantasiosa "Vértigo", la razonable "Shadow of Dubt"("La sombra de una duda"/1944), una retorcida "Notorius" ("Encadenados"/1946), y la soberbia "Strangers on Train"("Extraños en un tren"/1951), al igual que "La ventana...", otro capolavoro más o menos asfixiante de William Irish (nacido Cornell Woollrich, también en ocasiones para sus libros).

Mucho se ha escrito sobre Hitch y "La ventana...". Sin embargo poco se menciona el sofocante calor que padece el James Stewart enyesado en el pequeño piso de su inquieta convalecencia; semejante en intensidad al que nos agobia precisamente este verano a la vera del Mediterráneo. A menudo el calor sofocante obnubilia la inteligencia, adormeciendo nuestro instinto rastreador. De ahí que echemos mano del aire acondicionado, piscinas o playas para refrescarnos.

El intenso calor húmedo, revelado en ventanas abiertas, y en parejas que duermen en los balcones es un símbolo vivo del poder de este relato, fundiéndose en las gotas de sudor que surcan la reptante curiosidad del protagonista. Pero asimismo refleja la realidad sofocante que amenaza nuestra propia vida cotidiana, sobrada de imprevistos, aunque también de ciertos niveles de curiosidad.

Los dramas que rodean el voyeurismo de Stewart -menos importante que su sed de realismo- le alcanzan en su pertinaz rechazo a comprometerse con la joven de clase alta, que encarna una Grace Kelly en plena y gloriosa juventud.
Fotógrafo de profesión entreverado en las guerras y balaceras que requieren sus reportajes, el personaje recorrió el planeta captando miserias que le conducen a desarrollar un cierto nihilismo sentimental de corte sádico con el elegantísimo bellezón.

Para colmo, es más o menos pobre en comparación. La pasta y el lujo le interesan poco. Sin embargo, lo eleva por encima de otros esa incesante curiosidad, inherente a la profesión y el permanente gusto por la aventura y el riesgo.
Con el yeso en la pierna bloqueando la aventura y el riesgo, en apariencia vedados, se las ingenia para procurárselos con ayuda del azar.

Otro espíritu más conformista hubiera soslayado la cita con el peligro. Y este canto a la audacia, propia del justiciero, es lo que otorga al relato el impulso ideal de cara al espectador.
A diferencia de su amigo, el sargento de policía libre de yeso y dueño de los medios materiales para capturar a un criminal -encarnado por Wendell Corey-, el héroe con la pierna en cabestrillo no se queda con las apariencias. Por lo tanto se manifiesta rebelde; un espécimen tan obstinado en su febril insistencia de captar la realidad que no tarda en convencer a su chica de que el vecino del bloque frontal (Raymond Burr) troceó a su mujer.
Luego persuade a su práctica y veterana asistenta (la espléndida característica Thelma Ritter), y tras implicar a ambas en una riesgosa búsqueda de pruebas frescas -casi al borde de ser asesinado por el matarife-, convence al policía; el último de los tres personajes en movilizarse por fuerza mayor.

En cierto sentido esa tenacidad del ciudadano de clase media acumulando indicios criminales mientras pasa el testigo a otros que al principio desconfían de sus tesis, nos recuerdan al Henry Fonda de "Doce hombres sin piedad".

Claro, mediando Hitchcock, Irish y la excelente adaptación de John Michael Hayes en clave de puro suspense y subidón de adrenalina, no cabrá esperar el polémico rescate de un inocente, sino la condena de un asesino pescado in fraganti por el pertinaz vecino de enfrente.
En cualquier caso me vale la parábola.

Los mordaces y divertidos diálogos de los actores de esta historia, su electrizante interés y las matizaciones que envuelven el universo vecinal que Stewart capta con su telescopio de fotógrafo, reflejan la vida misma.
Son flashes de su cámara, la herramienta de trabajo activada a último momento, los que impiden que el siniestro Burr le elimine de cuajo, mientras llega la policía.

La secuencia final nos remite a un vecindario que supera sus desgracias personales. Es una forma convencional de decirnos que la vida sigue, sin resentir la calidad de una trama impecable.
Ahora el fotógrafo sumará otra escayola a la ya existente, con la Grace de Hollywood a su vera. Ella supo correr riesgos junto a él, probándole que además de hermosa y rica es audaz y valiente.

Como no hay un gran filme de Hitch sin una espléndida partitura, contó la pieza con el talento orquestal de Franz Waxman.
La virtud de las obras maestras de la literatura y las artes radica en que siempre quedan cosas por descubrir.

Visioné esta cinta en algún mes de 1955 sentado en la butaca de un cine de Buenos Aires. En perspectiva, observo que es una de las historias mejor filmadas en la década.

Incesantes pases por la tele, ediciones en VHS y ahora una espléndida remasterización en DVD (con estupendo making off agregado), me permitieron saborearla durante años.

Esta madrugada he disfrutado nuevamente y con más detalles de "La ventana indiscreta".

Quizá por ello sobre las 2:50 AM asomé el testuz por el balcón de mi segundo piso y, como quién no quiere la cosa, bajo un cielo encapotado y anhelando la esquiva brisa de agosto eché una ojeada al bloque que enfrenta el mío.
Por si de pronto llueve, como en la peli...


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