"Saboteur" ("Sabotaje"/1942) es otra manifestación del genio de Hitchcock. A pesar de no figurar entre sus principales obras maestras del periodo americano, las anticipa.
El suspense de su magia recoge la fórmula magistral de héroe acosado y solitario que autorizó su primer gran suceso mediante "Thirty - Nine Steps" ("Treinta y nueve escalones") impresa en Gran Bretaña hacia 1935.
Pese a estar bajo contrato con su extorsivo importador, el productor independiente David Selznick, y que éste le prestara a la compañía Universal obteniendo un suculento diferencial en dólares, consiguió imprimir a sus anchas este impecable relato, escrito a tres manos por Peter Viertel, Joan Harrison y Dorothy Parker, sobre los albures de un fugitivo (el muy agradable en persona y pantalla Robert Cummings) acusado inmerecidamente de sabotaje con víctimas -entre ellas su mejor amigo- en una industria estratégica.
Al coincidir las primeras tomas con el ataque japonés a Pearl Harbor se cargaron las tintas en el patriotismo americano y el castigo a los renegados (Otto Kruger, Alan Baxter, Alma Kruger y un joven Norman Lloyd).
Como rubia de turno haciendo juego con el típico galán moreno en los filmes del autor, aparece Priscilla Lane, levemente popular en esos años. Cummings, en Hollywood desde comienzos del sonoro y escolta en 1954 de Ray Milland y Grace Kelly en "Dial M For Murder" ("La llamada fatal") consiguió aquí su mejor papel de galán, desarrollando una apreciable trayectoria de comediante en el cine y la TV durante cuatro décadas.
Lo mejor de "Sabotaje" -pieza de secuencias bosquejadas por el lápiz de Hitch-, está en sus actores secundarios de cepa teatral, repartidos entre los señalados traidores (Otto Kruger el más sibilino) y los patriotas, encabezados por Pedro de Córdoba (cabeza de una troupe circense que los cobija en la ruta durante parte de su escapada permanente) y Clem Evans (tío ciego de la chica compuesto maravillosamente).
Asimismo,destacan en el guión las pinceladas realistas que retratan a los traidores a su patria y descreídos de la democracia como cariñosos abuelos (Otto Kruger), padres de familia (Alan Baxter) o damas de sociedad que practican la beneficencia (Alma Kruger), sugiriendo el buen camuflage y mejor efecto dramático de la maldad.
Si en la cinta de 1936 era Madeleine Carroll la que al comienzo desconfiaba de su virtual secuestrador Robert Donat, a cinco años vista se reitera el rifirafe templado por el riesgo, que luego conduce al romance.
Finalmente la pareja consigue que él sea reconocido como patriota, y colabore especialmente en la persecución del saboteador que provocó la catástrofe incendiaria (Lloyd). La misma culminará en una impresionante escena de caída libre captada mediante trucajes y escenarios bien conseguidos, en la cima estatuaria de la Libertad.
El que cae al vacío es Lloyd, al des coserse una manga de la chaqueta que consiguió aferrarle Cummings, procurando salvarle para el juicio y la condena.
Cualquier semejanza con la batalla que en el Monte Rushmore desarrollan Cary Grant y otro malvado bajo su patrocinio en 1959 se justifica; así como ensayados recursos de injusto acoso que volcara tres años antes en el falso acusado Henry Fonda; su víctima propiciatoria en "The Wrong Man" ("El hombre equivocado").
Lo que en cualquier cineasta menor sería cansina reiteración, en Hitchcock integra un arsenal arquetípico y conceptual de reciclaje creativo y alto impacto emocional.
Si bien en su obra no se aprecian expresas menciones a la cuestión social, en la moral posvictoriana del genio se exaltan la virtud, el coraje, y la capacidad de asociación para un buen fin. El item amoroso ocupa un espacio latente o manifiesto, y especialmente contradictorio en muchas ocasiones.
Un repaso a los origenes familiares y la vida privada de este amante de la buena mesa, más que razonable esposo y peculiar progenitor de una hija que siempre le respetó, encajan con esa forma inimitable de encarar un relato. Salvando la última etapa que arranca con "Psicósis", Hitchcock ha preferido sugerir la sangre antes que mostrar los agujeros.
Pieza impregnada de frescura y notables diálogos, "Sabotaje" es, en tal sentido, una típica manifestación de esa extraordinaria habilidad para dejarnos imaginar, partiendo de su inimitable y poderosa inducción.
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