Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

miércoles, 2 de julio de 2008

GALA DE OT: INSULTOS Y OFENSAS PLUS

Cada vez estoy más convencido de que Operación Triunfo es una vergüenza nacional.

Ayer noche Sandra frenó en seco a su agresor. Era hora de que algún concursante lo hiciese. Para bochorno de Mejide y sus protectores Sandra se ganó un lugar en la nueva puesta en escena de Jesucristo Superestar. Mejide lo ganó de sobra en el panteón mediático de los frikis. El voto negativo que destinó a Chipper prueba una vez más que es racista y homófobo (tara demostrada previamente con Iván). También que odia la música y el espectáculo; al menos como Arte.

Sin el afroamericano y su extraordinario despliegue artístico, esta edición de OT sería una más. Sin duda Pablo, Sandra y Manu saben plantarse en un escenario. El primero sigue a Chipper en cultura musical: los otros dos -Sandra en especial- aprovechó a fondo las lecciones de sus profesores. Es una chica esforzada a la que nadie tiene derecho a ningunear. Duros fueron sus comienzos; al revés de Mejide; un tipo al que la pereza y la desidia se le notan hasta en la pose. Una de sus peores características radica en su invariable odio por las clases bajas. A Tania S -con futuro en la canción por el sentimiento que guía su voz- le aspetó que se merecía un andamio. Para con Sandra -vigorosa y cañera- adoptó iguales formas... sin tanta suerte.
Del franquismo sociológico este agresor vocacional recoge los usos del señoritingo falangista. Aquél que exigía respeto aporreando a los vencidos. Para él, los chicos de OT vienen a ser su equivalencia gracias la potestad de jurado.

Ayer el chulito exigió respeto blandiendo la consabida porra verbal.

Fue en vano. Cada vez está más claro que, salvo los niñatos cacatúas que pulen su propia madera balsa y lo aplauden sin reservas, nadie lo respeta.

En realidad le pagan para eso. Igual que a Jiménez Losantos los propietarios de la Cadena Cope. Y el imitador de OT, diestro en arrastrar la autoestima por los suelos convirtiéndola en arma arrojadiza, cree -como el otro- que ese dinero, asociado a una abominable notoriedad, aliviarán su angustia. Por eso reitera una y otra vez ante los alumnos, que a él le pagan para opinar.

Pues no. Le pagan para ofender y degradar. En cualquier caso los hondos traumas de este señor no los cura el dinero ni la fama triste, y creo que tampoco una terapia. Aparte del rol que cumple a consciencia, su irregular estado de ánimo bordea la sicosis. Si repasamos las intervenciones del enchufado gala tras gala, saltan las contradicciones, empapadas de mala baba, mediando una ausencia de sentimiento bastante típica en los paranoicos.

Repasar su expresión sombría de escasos matices es plantarse ante una patología severa. Los "castigos" que propone y la falta total de respeto hacia el resto del jurado y los profesores de la Academia nos retratan a un sádico cuyo goce único es hacer daño. Cuando uno se enfrenta a estos personajes imagina el daño que sufrieron en la infancia. Ellos procuran huír del pasado perpetuando un trato que aplican a otros seres indefensos.
Ivan primero y ahora Sandra, demuestran que la indefensión era relativa. Por eso insiste en centrar sus cargas más injustas y venenosas en nuestro huesped del norte, haciéndonos un flaco favor ante otros.

Ayer, cuando se pregunto burlonamente porqué su tan odiado Chipper había despreciado concursar en un mercado americano de 400 millones, eligiendo otro de 40, pasó por alto la respuesta de Noemí Galera.

"Por que se enamoró de su chaval, que es valenciano".

Noemí es una mujer dura, con mucho carácter y expresivo mal genio. Sin embargo valora los sentimientos. Es evidente que disfruta junto a los concursantes, tanto en los casting, como en las galas y la Academia. Además, reconoce el esfuerzo. En cambio, este otro ejemplar, de amor nada sabe y un caraxo le importa. El esfuerzo ajeno es un fenómeno sujeto a su malhadado capricho.
En realidad, los que son como él representan el odio en estado puro. Habilitarle en un jurado de espacios imbéciles en cualquier trasnoche sería menos gravoso que encajarlo como una purulencia en este concurso de chicos con vocación, que trabajan duro, junto instructores que les brindan su arte y experiencia.

La identidad de Mejide con la tal Virginia es la de dos almas moribundas. Se atraen mórbidamente en la melancolía y la soledad interior. Ella, que cumplió ya 25 tacos, parece una niña algo estólida brotada de Los Simpson o Padre de familia. Si algunos sienten ganas de protegerla se equivocan. De ella vale más protegerse, conservando distancias. Lo demostró el insustituíble Ivan. Uno de cuyos extraordinarios méritos fue conmover y ganarse a Noemí.

La eversión que la aficionada al blues despertó en sus compañeros se justifica por un mal rollo basamentado en la falta de tolerancia, unido a una modesta pasión por la música y el esfuerzo por aprender; hechos que irritaron en su momento a un Chipper sobrado de pasión y tenacidad.

En cambio, Mejide está encantado con este catálogo identitario; hasta el punto de llamarla a no hacer caso a los profesores ni a nadie (recomendación que a su alma gemela le sobra).

Pero el bicharraco castigador de tres al cuarto, mórbido en la ofensa o la protección, no tiene ningún poder de decidir nada sobre nadie. Es apenas un moscardón de Gestmusic al que se utiliza para después fumigarle echándole al cubo de la basura.

Lo que no parecen entender estos socios menores de Berlusconi (vía Telecinco) es que, a medida que el sirviente defeca los martes noche en la alfombra y las paredes del espacio, las luces del escenario de OT se apagan una tras otra, para no volver a encenderse nunca más...

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