Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 18 de julio de 2008

LA SOBERBIA DEL POPULISMO

En Argentina la consecuencia de la referida soberbia fue una derrota oficialista de campanillas, a manos de un vicepresidente tránsfuga del radicalismo, y ahora del kirchnerismo.

En la historia de los vicepresidentes argentinos abundan las puñaladas traperas. El 6 de septiembre de 1930 un vicepresidente en ejercicio cagado de miedo entregó la Casa Rosada a las huestes del general Uriburu. Si bien no fue éste el único factor que decidió el triunfo del cuartelazo, sin duda alguna lo favoreció. Previamente, muchos conocían la aversión del cobarde sujeto por el enfermo Presidente Yrigoyen, así como sus contactos con militares levantiscos.

Aquella dramática jornada en la que Argentina clausuró por muchos años su Estado de derecho, el entonces capitán Juan Perón -integrante de la conspiración armada- tomó nota sobre los peligros profesionales que en política podía representar un vice que no fuera títere del Primer Mandatario. De ahí que, una vez candidato a las elecciones de febrero en 1946 colocó en el puesto al viejo Jazmín Hortensio Quijano, desdeñando en dos ocasiones (la otra amaneció en 1951) al peligroso lugarteniente, coronel Domingo Alfredo Mercante.

La calculada estrategia de Perón respecto de sus alianzas con los miembros de la Unión Cívica Radical, formación de clase media con fuerte componente agrario, le condujeron a seleccionar eso sí, algunos tránsfugas para desempeñar puestos de importancia en sus gobiernos; aunque en la realidad fueron absorbidos fácilmente por el carismático peronismo inicial.

Néstor Kirchner creyó, sesenta y un años después y tras una presidencia relativamente exitosa, la conveniencia de sumar a la candidatura de su dama al radical apestado por un Partido de pata quebrada. Era una medida de corto alcance, destinada a captar algunos votos, sugiriendo de paso la remota posibilidad de unir en un sólo haz fuerzas políticas enfrentadas por la Historia.

Julio Cobos, probable descendiente de chacareros, o en todo caso influenciado por otros correligionarios que lo eran, se prestó al juego sin entregarse al mismo de lleno. Ayer lo demostró en el Senado, volteando el controvertido decreto de retenciones. Lo consiguió por escaso margen; tras una reñida votación favorable a los Kirchner en la Cámara de Diputados.

Una vez más quedó demostrado lo mal alumno de Perón que ha resultado el hombre más poderoso del país. Jamás el difunto líder -bastante más poderoso, carismático, cultivado e inteligente que él- toleró ladero alguno que no estimase cortesano obediente. Tampoco insistió especialmente en que la espartana Evita fuese su vicepresidenta. Por el contrario, Kirchner situó con desvergüenza a su consorte -chica melodramática de clase media rebosante de Botox y liftings- en el Sillón de Rivadavia.

Los antecedentes semi feudales de esta pareja gobernando Santa Cruz poco tenían qué ver con Perón y Eva Duarte; personajes más cercanos al tribalismo y a los fervores de masas, mediando una importante gestión de democratización social y las providenciales arcas de un Estado con grandes reservas en la posguerra.

Durante el primer peronismo la CGT y los sindicatos contrapesaban el poder político de los peronistas burgueses y las grandes empresas. En cambio, la central obrera y los gremios de hoy, anémicos en comparación, son comparsas del poder kircheriano. Con el tejido industrial seriamente deteriorado y una burocracia que encabezan camioneros y gremialistas de la alimentación, bien conocidos por su elevada corrupción y obediencia con el poder, la Presidenta y su marido, mentor y socio, no ofrecen otra cosa que lo que modestamente pueden.

Es poco, pero hasta ayer los susodichos creían que bastaba para gobernar más o menos cómodamente el país.

Al espejismo, provocado por una débil oposición política (desenvuelta antes de las importantes movilizaciones de los grandes, medianos y pequeños productores agrarios), se agregó un notable despegue económico que, sin embargo no modificó la extrema polarización social iniciada con Menem y completada por el devastador crack del 2001, ni produjo el reflotamiento de la tradicional clase media.

Los rumores de horas atrás, difundiendo una supuesta renuncia al cargo de Cristina Kirchner no pasaron de ser mera especulación. Pese a la derrota del decreto expropiador este dúo político/ marital no tirará la toalla. Una compleja trama de intereses económicos y políticos resguarda sus maniobras futuras, a pesar de que las mismas no cuenten ya con los mismos márgenes de maniobra que las tantas previas. Muchos se han beneficiado del festín y la corruptela legados por la luctuosa y desnacionalizadora década menemista, y aunque las masas que invocan la mujer y el marido poco importan fuera del voto, cuentan la ambición sin límites y la soberbia; al menos en lo que resta del periodo presidencial.

El actual bloque de poder no es el único en desvelarlas. Los grandes productores agrarios distan de ser ángeles. En el pasado apoyaron -como muchos de sus socios radicales y peronistas- a la serie de dictaduras militares que desde 1955 y con pocas interrupciones civiles culminaron con la más brutal y asesina de todas. Coaligados con el peronismo sindical y algunos militares facciosos hicieron la vida imposible al contradictorio radical Raúl Alfonsín; enriqueciéndose tras cartón con Carlos Saúl Menem, el miserable De la Rúa y el nefasto Domingo Cavallo.

Esta joven democracia argentina, castigada por la corrupción pública, elevadas cotas de crimen, millones de pobres y la ausencia de estadistas investidos de un claro sentir patriótico, demuestra no obstante que nadie puede jactarse de imponer su voluntad sine die.

En este sentido manifiestamente autoritario, tan empleado por Kirchner como por la señora Cristina Fernández (mala imitadora a su vez de Evita), el peronismo sobrevivido continúa siendo un cadáver pese a que aún permanezca insepulto.

En cuanto al porvenir político del señor Cobos, fiel a su casta en el momento decisivo, sabemos que Roma no paga traidores.

A lo sumo les usa y los tira, como cualquier material fungible.






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