Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

miércoles, 23 de julio de 2008

CRISIS ARGENTINA: LAS VUELTAS DE LA HISTORIA

Ante la rodada de los Kirchner se me ocurre trazar parámetros con el pasado.

Hablamos de maridos y mujeres.

El pingüino Néstor se dió el gusto de designar Presidenta a su mujer. Perón -también identificado con los pingüinos gracias a su niñez patagónica- no pudo con Evita -que en vida mandó más que nadie, salvando al marido-, pero instaló aunque fuera pos mortem a su enfermera en la vejez. Eso era en buen romance María Estela Martínez Cartas (alias Isabelita) tratándose de un moribundo anciano al que, según sus palabras ante Ricardo Balbín, "costaba incorporarse de la taza de WC".

Para el castigado país la presidencia de su viuda comportó más un ejercicio de eutanasia que otra cosa. Sin él en vida, la módica vicepresidenta en patético ejercicio del PE se apoyó en el mucamo siniestro (al lado de la enfermera de un poderoso siempre habrá agún sirviente posesivo).

Cuando el alboroto sindical hizo pinza con las apetentes FFAA y los poderes fácticos para acabar con todo el circo de terror económico & político, la mujer tercera de Perón permaneció convenientemente mansa y fatalista, tal como yace el conejo ante la serpiente.

Entonces, la voraz sierpe manducó su miserable presidencia... merendándose el país durante siete largos y horrendos años.

Lo del último Perón legando la Patria al pueblo y el poder a su viuda en una aciaga tarde invernal, resultó una mezcla de orgullo y venganza; no se sabe bien si por los 18 años de exilio, o por habérselo cancelado las contínuas movilizaciones populares del Cordobazo en adelante; alejándole de su calma chicha del no te metás en Puerta de Hierro.

El turbio affaire de los kirchner y la Nación reconoce otros orígenes. Matrimoniaron jóvenes y peronistas, tal cual reza la leyenda.

Lo del fantástico patrimonio acumulado en treinta años fue casi paralelo a una habilidad política que les autorizó afincarse en el gobierno semifeudal de una provincia sureña. Lo consiguieron a base de aislamiento y obediencia debida para con los jerifaltes peronistas de entonces.

El ideólogo de esta parej de anchas tragaderas fue, sin duda alguna Néstor. En el punto, la semejanza con el maquinador Perón, maestro de equilibristas, es indudable. La diferencia (nada pequeña) radica en el grano anal que comportó en su gestión la excéntrica Evita.

Entre la aguerrida bastarda de Junín y la pundonorosa hija de los Fernández la diferencia es abismal. De orígen declasado y enorme temperamento una, menesterosa en comparación la otra, brota esta última de una clase media provincial con ansia de estatus económico y político.

Mediando el señor Kirchner y Juan Perón el abismo se agranda.

No es lo mismo ser un mestizo excepcional que con la sonrisa eterna y los uniformes de la Nación disfraza su origen lanzándose a la transformación de un país, mediando cierta impronta Mussoliniana, que el vástago medrador de suizos simpatizantes del Tercer Reich radicados en la Argentina.

Las cualidades de uno y otro son aún más distantes en lo referente a carisma, inteligencia y cultura. El segundo hijo de Mario Perón y Juana Sosa era un aplicado oficial de Ejército y profesor militar, atento con los subordinados, afable con los jefes que se avenían a su dominación y estudioso del Imperio Romano. Por lo que hemos observado, el vástago estrábico de los Kirchner, carne de barrio con diploma de abogado, no cruzó la barrera literaria de Fantasía o El Tony. Su desembarco en el poder está lejos de ser épico. En el mismo obraron la supina incompetencia ajena y una gran casualidad; más propia del desierto de Gobi que de un país civilizado.

Las épocas y sus avatares ruinosos acentúan la gruesa asimetría entre Perón y Kirchner. También el núcleo que soldó el vínculo entre el primero y sus dos -tan dispares- mujeres, y el que unió hasta hoy el matrimonio entre Kirchner y la señorita Fernández.

Los últimos son una SL voraz como las termitas, que en el inmueble nacional supo digerir la incompetencia política generalizada y una crisis de proporciones desconocidas (hasta que la misma descalabró la Nación) legada por el último gran Maquiavelo de la política nacional.

Si alguien después de Juan Perón (y las FFAA) reconoce una permanencia más o menos monolítica en el poder en la desdichada Argentina del siglo XX, dicho sujeto resultó el ejemplar más venal e inescrupuloso que haya conocido el gran territorio austral desde sus albores.

Ni siquiera Perón, tardíamente adaptado al remate de su alma por la vía del fracaso y la decrepitud superó en oportunismo y corrupción al nefasto Carlos Saúl Menem, ladrón de la identidad argentina, tal como analiza sabiamente en un imprescindible texto de la época Daniel Muchnik.

¿Es el infumable "turco"-primo hermano político del japonés Fujimori- agua pasada? No del todo a la vista de sus metástasis...

En cualquier caso, a partir de esta derrota constitucional se abre ante los Kirchner un porvenir menos venturoso que el hasta hoy conocido. El monolítico edificio del poder quedó resquebrajado por grietas que insinúan el porvenir.

Para los que esperanzados aguardan un quiebro entre Cristina y Néstor les remito a los cortes y sabias quebradas del tango.

Son pasionales y se acompasan cuerpo a cuerpo, pero en términos bailables o emocionales ninguno de los bailarines se despega de la danza compartida y su embrujo.

Así es en realidad la inextrincada naturaleza el amor, y se explican al detalle ciertas complicidades.

En la pareja que sea, la que comparte ideas o ideotas (cómo se quiera) Néstor ha sido el maestro. La Fernández, a pesar de los romances de breve curso que los mentideros le adjudican, considera al galán nupcial su mentor.

Para una pequeño burguesa de provincias su consorte representa el hombre de su vida. Es además el padre de dos hijos y quién le permitió levitar primero en la provincia de Santa Cruz, luego en el Congreso nacional y ahora en Balcarce 50, tras haber amasado codo con codo una fortuna millonaria a la vera del Proceso, Alfonsín y Menem.

Siguiendo el tortuoso hilo de la tradición política del peronismo inaugurada en 1946, los personajes hicieron buena plata como negociantes, acumulando títulos y honores en política cuando la circunstancia lo propició. Las de Argentina fueron desdichadas. Sin embargo, para algunos de la desgracia brotan mieses.
En la vida de Cristina Fernández de Kirchner, la consecuencia matrimonial y la suerte la encumbraron; aunque fuera de prestado. La soja, fruto del milagro argentino y sus altas tasas de crecimiento, realizado a costa de un mundo precisado de alimentos, determinaron su función.

Con ella y su registro autoritario propio del populismo, llegó la temprana crisis de su mandato, a meses de asumir, acentuando las enormes distancias que separan el poder de los tempranos Perón con los tardíos Kirchner.

Estimo sin embargo que nada cambiará en la naturaleza de este mandato. Contra viento y marea Néstor seguirá entrenando a Cristina sobre los asuntos de Estado. Y es previsible que ella obedezca al instructor. En realidad durante los meses en curso que han jalonado su presidencia, probó que no tiene ideas propias.

Convengamos por otra parte, que nadie con dos dedos de frente abandona ese barco pirata; menos todavía si cuenta con uno y medio.

Otra cosa es aquello que la Historia y el navegar en esas aguas suelen imponer, por encima de patrimonios, ambiciones y trampas.












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