Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 19 de julio de 2008

EL CEPO

El cepo de Argentina es la monstruosa deuda externa, cercana a los 180.000 millones de dólares.
Durante los últimos cinco años las altas tasas de crecimiento del PIB (cifradas entre el 8 y el 9% anual) superaban en dinámica las obligaciones deudatarias.
Ahora la tendencia regresiona.
Tal como admitió Néstor Kirchner en un local sindical, gran parte de las retenciones móviles que pretendía aplicar el Gobierno iban a ser destinadas a pagar intereses prestatarios a los banqueros internacionales. Deducimos entonces que sólo un mínimo cabría presupuestar al gasto social.
Con el rechazo parlamentario, la controvertida Resolución 125 y los planes de los Kirchner hicieron aguas; turbias por cierto, a tenor de los 52.000 milloncetes de verdes que deberá abordar el Estado argentino en calidad de intereses y capital de esa deuda en los próximos 48 meses.

Siendo así las cosas, nada semeja la estrategia actual del gobierno peronista con el famoso "equilibrio de las fuerzas de producción" que procuraba la política social de Perón.

La victoria de los grandes productores de soja borra del mapa el 4% de aumento fiscal previsto por la 125 para enfrentar las dificultades externas. Asimismo las partidas destinadas a la sanidad y la educación, por pequeñas que fuesen.

Otra de las consecuencias, a más de certificar la mengua del poder funcionarial kircheriano, radica en la evidencia de su mayor debilidad política y partidaria.
Los votos en ambas cámaras, influenciados por las continuas manifestaciones a favor y en contra del Ejecutivo, probaron la honda división de los herederos de Perón. El ex Presidente Duhalde y sus compadres sacan pecho y vuelven a la carga desplegando un programa político de derechas. De hecho son aliados de los magnates sojeros y la´hasta ahora débil oposición liberal que esgrimen Elisa Carrió (bastante descarriada, por cierto), el economista Roberto Lavagna, el alcalde capitalino Macri y el patético fantasmón Carlos Menem, miembro del Senado en vez de estar purgando los años cárcel que merece su infame gestión de los asuntos públicos en la cúpula del Estado durante la peor de las dos décadas infames que conoció el país.

A este conglomerado se agregan los nostálgicos de un Ejército represor y varios militares, retirados o juzgados por genocidio gracias -entre otras cosas- a las veleidades justicieras de Néstor Kirchner. Así por desgracia debo calificarlas ante el nepotismo y personalismo extremo del que hizo gala este señor. La corrupción menemista conoció durante su mandato (carente entre otros valores, de reuniones de Gabinete y comparecencias ante la prensa; sobre todo aquella que no era de su agrado) una impune extensión que le ha desacreditado. Para peor, en vez de retirarse a sus florecientes negocios y empresas, resolvió colocar a su socia [y parienta] en la Casa Rosada.

La variopinta rebelión de ricos y pobres sojeros conmovió a otros sectores por esta soberbia operativa, prima carnal del autoritarismo y el desprecio por sus gobernados.

El actual bloque de poder obra con criterios semifeudales, por ello es también dinástico en la peor tradición latinoamericana. Sólo se parece en eso a la soberbia estilística que supieron dispensar al país Juan Perón, sus mafiosos adláteres y los sucesores inmediatos. En lo demás, la Argentina de hoy se parece muy poco a la de 1945. Entonces, la esperanza de los pobres tenía bases materiales de probable realización; a pesar de que la democracia y el pleno estado de derecho no acompañasen el trayecto.
Hoy, si bien deformada por el caudillismo, la miseria o estrechez popular y la corrupción política, la democracia existe. Pero si diez millones de argentinos sobreviven en la pobreza o la marginación, esta democracia de calles peligrosas y countries resguardados por guardianes que tiran a matar en un pispas (imitando a la maldita policía y viceversa) es para los ricos y acomodados.
Para peor, la inflación ya estimada en un 25% real los últimos doce meses (pese a que los números oficiales no la lleven a superar el dígito), acentúa las ya cavernosas diferencias sociales.
Así era en la primera Década Infame, con la salvedad de existir entonces una clase media estable bastante consolidada.

Hoy, ni eso.

El panorama tras el hundimiento de la 125 será desfavorable a los Kirchner; pero sus rivales, hoy triunfantes por comparación, tampoco festejarán mucho tiempo la rodada de las quitas y quienes les quitaban.

Sino, tiempo al tiempo...








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