Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 20 de julio de 2008

ARGENTINA AGAIN

Leo en La Nación otra comparación de tres al cuarto entre el drama menor de los Kirchner y la impronta de Shakespeare.

Se la debemos al ínclito Mariano Grondona; quién, en sí mismo es -salvando las distancias de época y estilo- un longevo cortesano, de aquellos que el Gran Bardo supo retratar entre los maliciosos secundarios, aventureros e intrigantes que habitaron sus obras maestras.

En su última copla el cortesano opositor de marras sitúa al matrimonio presidencial en la esfera emocional de la pareja que escenifica Shakespeare en Macbeth.

Error de bulto. La última gran tragedia de una pareja criolla de poder culminó con la muerte de Eva Duarte de Perón en 1952. Lo demás, para el marido y su movimiento, fue larga y tortuosa sobrevida.

Por ello, la rodada de los malos imitadores Kirchner, es hoy más propia de la picaresca.

De acuerdo a las circunstancias, más bien debiera de acuerdo a su prontuario político, elevarse la siempre trajeada efigie de Grondona al triste rango que le cupo a Yago, atormentando por la vía de los celos al Moro de Venecia.

Ex comando civil en 1955 y abogado de profesión, el caballero asesoró tempranamente a las Fuerzas Armadas, decantándose por el rimbombante bando azul, partida facciosa a la que redactó el tramposo Comunicado 150, propiciando el fugaz interregno del radical Arturo Illia y su previsible reemplazo de facto por el general Juan Carlos Onganía.

Devoto Yago del cateto que creyó reinar hasta que el Cordobazo lo bajó de la calesa sobre la que acudía a los fastos de la Sociedad Rural; compinche en Tiempo Nuevo del tristemente célebre Bernardo Neustadt y apologista del genocidio procesista perpetrado por Videla, Massera y sus matarifes uniformados, el personaje cristiano y occidental abrazó la democracia desde 1983, curándose en salud.

Desde luego, a este profesor universitario, analista de los medios y célebre astro de la televisión (que incluso hasta consiguió desbancar a un Neustadt demasiado corrupto) se le acreditan las autocríticas de rigor. Muchos periodistas y políticos de todos los partidos vertieron dudosos mea culpa cuando lo que contaba era curarse en salud. No obstante, el profesor y delicado Mariano siguió siendo el mismo mediático latoso y derechista, aunque ya sin militares a los que afilar bayonetas y lustrar las botas para el triste desfile que desembocó durante tantas temporadas en Balcarce 50.

Por ello, nuestro septuagenario prohombre se remite a escenificar la levísima tragedia kircheriana con sospechosa satisfacción. Lejos estuvo el cronista de machacar a Carlos Menem y sus monstruosos dislates con tanto empeño.

Salvando las distancias con tan abyecto personaje, la Presidenta y su ventrílocuo se mancaron sin necesidad de golpe alguno, por mera soberbia, falta de credibilidad y unos cuantos quilombos ampliamente desarrollados durante meses, en calles ruidosas y rutas cortadas.
De poco les valió el bloque de funcionarios adicto, los piqueteros clonados a la medida del poder, el clamor progubernamental de las sufrientes madres, encandiladas por la deriva de los siniestros militares (en gran medida, hay que decirlo, encanados gracias a Néstor), ciertos escritores nacionales y populares, y algunos "gordos" bien untados en gremios apalancados por el oficialismo.

Para el siempre rencoroso Grondona (secretamente ofendido por la deriva profesional [y proceso] de sus amigos militares), el populismo es el principal enemigo a batir; no por cierto la desigualdad y la exclusión de millones de compatriotas; víctimas propiciatorias en este obsceno festín democrático.

En términos reales, nos importa poco la actual tragedia del poder. Los Kirchner y sus adláteres son gente adinerada, y por lo tanto a cubierto del hambre y la penuria. También lo estaban el viejo Rey Lear, los Macbeth, César y Cleopatra y si me apuran hasta Romeo y Julieta, vástagos de Montescos y Capuletos bien forrados.

Después de todo, la diferencia mayor entre personajes verdaderamente trágicos y pícaros de corta trocha, quizá radique en que los escribió Shakespeare, no Mariano Grondona.

Ni los Kirchner, los grandes sojeros o el tránsfuga Julio Cobos, ni tampoco sus hijos, bien vestidos y perfumados, recogerán cartones, o mendigarán unos centavos y tal vez una mala muerte al caer el sol.

En cambio, los millones de argentinos que comen salteado y expiran a las pocas horas de nacer, o son asesinados en cualquiera de esas calles de veredas rotas y esquinas perdidas para la Ley y el Estado de derecho, son los auténticos protagonistas de una gran tragedia. La que justamente tipos como Grondona o las plumas prostituídas por los factores de poder esquivan sin el menor escrúpulo.

Es la porción del país que se va muriendo en nombre de la soja próspera y el PIB rampante; o el que se deja la piel anónima (para Grondona) diez horas diarias a cambio de 1.000 pesos de mierda.

Porque de eso; de la mierda y sus cloacas, trata en verdad esta reflexión...




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