El señor Jiménez Losantos, un metro y medio de altura, ego quilométrico y una enormes ganas de sembrar crispaciones por doquier, persigue su ruina provocando iras que conllevan juicios de presumible final.
Algunos observadores apuntan que la ambición de poder lo carcome hasta el tuétano; otros que puede más su afán de dinero contante y sonante. Por mi parte sumo ambos factores a una clara perturbación de la personalidad, centrada en un débil Yo, y un Superyó especialmente averiado.
Estimo que los tres factores se enhebran como cuentas en su pequeño collar de iniquidades. Si bien desea que muchos frustrados se identifiquen con su sadismo, aunque no lo confiese ama que le odien, por sobre todas las cosas.
Pero el deseo -intensamente autodestructivo- requiere en su caso millonaria audiencia y clamor de multitudes. El micrófono, providencial y sacralizado por los obispos de la Conferencia Episcopal sirve de ariete a esta exposición matutina de vocación suicida.
En principio, nadie que ansíe el respeto público acomete contra el honor de terceros sin pagar el duro peaje de la erosión. El final del camino para el exhibicionista radica en el escarnio, y en un olvido que nos remitirá a las hemerotecas, y a él- no me cabe duda- hacia la tragedia personal que comporta el ocaso.
Los cazadores de brujas acreditaron un destino azaroso. Joseph McCarthy murió olvidado; otros compañeros de ruta dieron con su osamenta en la cárcel a causa de turbios negocios emprendidos al calor del patriotismo contumaz.
Creo francamente que entre otras profesiones, Losantos opera por cuenta de la CIA. El destino de los neocons es servir objetivamente a los servicios secretos de la potencia mayor.
Que lo diga sino José María Aznar. Los dólares se los deposita en cuenta corriente Murdoch, pero sus servicios a los asociados del super millonario son bien conocidos.
Es co responsable del millón de muertos que cosechó la invasión de su amigo Bush. No obstante y siendo un ex presidente, a efectos jurídicos de la cristalina democracia española (y su precaria división de poderes) es tan intocable como lo fue en su momento Felipe González.
Quien hoy aposenta el trasero en el banquillo judicial es el loro rabioso de la Cope. Aznar merecería ser juzgado por su complicidad con el genocidio iraquí; aunque las bofetadas las recibe el payaso hertziano, no él.
Y el clown catastrofista, émulo de los frikis que encarnaba Lon Chaney y cada día más solitario en su lóbrego y machacante sermón de la mañana, en vano se rebela contra un destino que, inevitable, acompaña el paso por la Historia de los esbirros menores.
Por de pronto, el PSOE ya aventaja al PP en seis puntos de aceptación popular, según el CIS.
¡Thanks, Fede and Pedro Jota!
El señor Ramírez, encumbrado instigador de los desmanes matutinos del sentado en el banquillo, puede estar orgulloso. Su barrendero radiofónico, pequeño en osamenta y espíritu cumplió el ritual de la sumisión y la obediencia a su perversa estrategia.
Empero, Aguirre, Acebes y Zaplana le dejaron pagando en el juzgado. Eran los supuestos valedores contra Ruíz Gallardón. Pero el espíritu de cuerpo baronil pudo más que las rencillas políticas de alcoba. En consecuencia se revelaron solidarios con el pleiteante, dando narices al pleiteado.
Hoy, recogiendo sus palabras de "La Mañana", "son políticos; él, un liberal", agregando juicios que señalan la "vileza" de sus propios testigos.
La señora Aguirre salió horas después por peteneras, defendiendo elípicamente la "libertad de expresión" del aliado mediático. Era un parche y Losantos lo sabe. Pues a la hora del banquillo -aquella que cuenta- no le respaldó, y la providencia señala el previsible destino del pleito y su imputado.
Más bien será este aventurero de pocos escrúpulos la alfombra sobre la que otros barrerán viejas y nuevas basuras.
Se lo buscó el infame buscón. Y me temo que el inminente fallo judicial convalidará - una vez más- el aserto...
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