En 1942, con dos tortuosos años padeciendo ocupantes y cómplices, los franceses acuden a los cines para contemplar las brillantes imágenes y el simbólico relato que Marcel Carné aborda en Los visitantes de la noche; una alegoría fantástica que retrata la visita nocturna del diablo a un castillo, amenazando a dos enamorados (uno de ellos era su propio enviado) a quienes aborrece por su personificación de amor.
La conversión de ambos en estatuas no modifica el panorama romántico, que sigue latiendo bajo el mármol
El gran Jules Berry, frecuente villano de gran prestigio en el cine francés, compone el rol de su vida, en tanto que los jovencísimos Marie Dea y Alain Cuny interpretan a la pareja.
Carné, con películas de los años ´30 (como El muelle de las brumas) prohibidas por los mandamases fascistas de los asuntos artísticos en la industria cinematográfica francesa, fue autorizado a proseguir una carrera que sería atentamente observada hasta la liberación, época en la que se estrenaría la extraordinaria Les Enfants du Paradis; considerada su obra maestra por la crítica mundial.
El demonio en cuestión de esta fábula medieval, escrita por el poeta y guionista Jaques Prevert (en colaboración con Pierre Laroche) era unos poco cultos opresores extranjeros que no se dieron por enterados.
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