Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 11 de mayo de 2008

ME HICIERON CRIMINAL

Los domingos el diario ABC nos sirve un DVD con tres filmes clásicos del ancién Hollywood.
Agrupados por temas, algunos son de una calidad visual abominable o regular, sin perjuicio de que otros resulten digeribles.
El de ayer, por ejemplo, agrupó dos filmes flojos de buena copia.
Uno de James Cagney (en su insulsa y corta etapa en la Grand National, cuando creía que independizarse de la Warner para producir lo que le viniera en gana sería exitoso), otro sonoro de Harold Lloyd (que ni Leo Mc Carey pudo salvar de la mediocridad), y el tercero - verdadero plato fuerte del DVD- con John Garfield, quien, secundado espléndidamente por Claude Rains, con el agregado de la excelente característica May Robson y los dead end kids, protagoniza uno de sus óptimos largometrajes (para mejor, con la chance de paladear nosotros la versión original, agregándole subtítulos en español).
A medio camino entre la clase A y la B, este inteligente producto de Busby Berkeley, donde nadie canta o baila, se inscribe en un género negro leve, si bien cálido.
Un excelente guión -con aderezos de Soy un fugitivo, Dead End (Callejón sin salida), los dramas pugilisticos del Estudio y la fórmula invertida en su protagónico, de Angels with dirty faces (Ángeles con caras sucias)- permiten a Garfield refrendar su imagen de city boy gamberro, aunque al fin rescatado por el cariño de unos chavales salidos del reformatorio y sus rurales protectoras (la abuela Robson y la nieta, encarnada por Gloria Gibson).
El segundo gato al agua en esta entrega de Me hicieron criminal, acaba llevándoselo Claude Rains, acometiendo una de las mejores performances que le hemos visto.
Su policía amargado por luctuoso un error del pasado, que intenta reivindicarse ante su jefe cazando a un supuesto criminal (Garfield) que se dio por muerto y permanece oculto en otro Estado tras un cierto descenso a los infiernos, no tiene desperdicio.
El final feliz de la historia cuadra con el segundo fracaso del pesquisante, esta vez voluntario y por lo tanto, poco convencional.
En una aparición fugaz al comienzo del metraje hemos vuelto a disfrutar de Ann Sheridan. Siendo capaz de interpretar a la chica buena que desdibuja la floja Gibson, le asignaron un papel de perdida; quizá a causa de alguno de esos castigos que Jack Warner aplicaba a sus contratadas protestonas.
Quienes ayer compraron este periódico, flojo y anticuado en comparación con otros de su tenor, pudieron disfrutar de la excelente copia de este clásico Warner, estrenado en 1939 y muy poco visto en España.
Visionar cintas como ésta permite respirar la atmósfera de una época.
El mismo Garfield (nacido Jules) era un chaval judío del Bronx, pasado por la especie de reformatorio avanzado que comandaba en los años ´20 Ángelo Patri. Pionero del método Actors en sus prolegómenos, arrastraba en sus zapatos los humildes y peligrosos callejones de sus primeros años.
También aquellos lazos entrañables y solidarios entre sus inmigrantes.
Eso y su gran pasión artística expresándolo con vigor, le hacen irrepetible.

Uno de los capítulos de mi libro, La Piel de los Dioses, está dedicado a la vida y obra de mi admirado John; rebelde con causa y víctima como tantos otros talentos del macartismo, durante la feroz Caza de Brujas que devastó la calidad temática del arte americano durante algunos años.

En la instantánea, captada en el plató de Me hicieron criminal, observamos en primer plano a Garfield sobre la lona, junto al fotógrafo James Wong Howe, en cuclillas, y Busby Berkeley agazapado tras la cámara.










Posted by Picasa

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