A los que nacimos hacia la mitad del siglo pasado nos decían que los caníbales andaban esparcidos por África o el Amazonas. Pronto aprendimos que los cuentos eran monedas falsas del racismo colonialista, propias de la supremacía blanca y sus inconfesables privilegios. Por entonces, se expandía entre la juventud y su desencanto de los mayores, el marxismo.
Según la teoría de la lucha de clases el proletariado acabaría destronando a la burguesía expoliadora de su fuerza de trabajo.
Seis décadas después, caído el engendro comunista del capitalismo atrasado, nos enfrentamos a una realidad semejante; aunque ya no centrada en la lucha de clases. Todo se ha simplificado extraordinariamente. Ahora el Occidente blanco y radiante de burgueses acaudalados, pequeños propietarios y obreros más o menos satisfechos aunque siempre acogotados por hipotecas y préstamos de interés leonino, se enfrentan a las hordas migratorias del ex paraíso comunista, a las que se suman las de América Latina, Asia y África.
Las funestas pateras o los inclementes cruces de frontera, sorteando patrullas que a menudo detienen y deportan al punto de partida, reflejan iniciativas desesperadas por sobrevivir al hambre y la muerte. Sucede a diario en la frontera de México con los Estados Unidos, y en las nuestras de esta Europa rica, que encabezamos los países de la UE.
Según la ley del más rico, los extranjeros famélicos tienen un único derecho: el de adaptarse a periodos de crecimiento o morirse de hambre en los de crisis.
Ahora el cavaliere Berlusconi ha superado a sus temulentos compadres de países como Alemania, Francia, Holanda, Bélgica y España, implementando leyes rigurosas para los indocumentados.
En Italia son muchos; en el mapa europeo alcanzan ya los once millones.
La elección popular de un conocido delincuente como el susodicho corona la creciente derechización de un marco regional que marcha hacia el neofascismo caníbal. No de balde es el gran fabricante de telebasura en esta Europa envilecida por la insensabilidad consumista y el individualismo excluyente.
Si antes Benito Mussolini regimentaba a los obreros y campesinos empleando su aparato represor de OVRA y esquadristis, ahora el inconfeso discípulo se ocupará de los inmigrantes, en forma más expeditiva: encarcelándoles puntualmente como paso previo a la deportación.
Lo mismo perpetrarán a corto plazo los gobiernos de la Comunidad; entre ellos el encabezado por ZP, inventor de la supuesta Alianza de Civilizaciones. Antaño llamaríamos cuento chino al pomposo enunciado. Ahora, la realidad de ese territorio supera -en términos de desigualdad social y opresión política- cualquier fábula de terror.
Las actuales convulsiones de la derecha española se vinculan en el fondo al rigor que debe observarse con la inmigración. Si bien invocan al espantajo de la ETA (muy golpeada últimamente), el programa represor enfoca los peligros que amenazan los negocios de los muy ricos.
Empero, esta crisis económica, originada por la fuerte demanda de alimentos y petróleo por parte de la China e India, está minando seriamente los cimientos de este viejo edificio. Y no es que la mayoría de sus habitantes avancen camino a la prosperidad.
La concentración de la riqueza que acompañó la globalización económica mundial -distante de la previa expansión de las clases medias en Europa y los EEUU durante cincuenta años-, se afirma con tintes dramáticos entre la mayoría de los chinos e hindúes.
El problema que tenemos los pequeñoburgueses de la Europa que fue próspera es doble. A la finalización del desarrollo económico y social que propulsó entre otros factores de peso la energía barata, se agregan las oleadas migratorias, incesantes e "ilegales".
Los números sentencian la imposibilidad de insertar a todos -o siquiera a algunos- en esta economía crítica, que a ritmo creciente va polarizando pobreza de mayorías y esplendor de minorías. Hoy los inmigrantes son ilegales por eso, no por el tecnicismo de una legislación acomodaticia que hizo la vista gorda cuando así convino.
Lo malo es que la cacareada prosperidad basada en el compre ahora y pague después, que tanto fortaleció al poder financiero y endeudó a las capas medias, se ha ido al garete con la crisis inmobiliaria y el disparadero de un Euribor que trepó al 5%. Ya cercano a padecer los 150 dólares el barril de crudo, parejo al trasvase de las gasolineras y servicios, el panorama español (carente de pozos petrolíferos) asume caracteres dantescos.
Peor lo tienen sin duda alguna aquellos que no comen, allende mares y fronteras. La mayoría sucumben víctimas de tifones, terremotos, feroces tiranías, guerras intestinas o las múltiples enfermedades que traen la miseria y la indefensión material.
A nosotros nos enfermaba hasta ayer la miseria espiritual del privilegio y la insolidaridad. Lo venía reflejando el penoso apagón cultural, y la decadencia de un estilo de vida basado en el gasto y el confort, mediando algunas limosnas con destino al Tercer Mundo, generalmente administradas a piacciere por sospechosas ONG´s.
Presumo al respecto que debemos irnos acostumbrando a perder un privilegio tras otro. Quienes relativizamos el factor enriqueciendo la conciencia social, no lo sentiremos mucho. Para los que nunca pensaron en el prójimo será más duro el pasaje.
El lado benéfico de lo que se avecina será el despertar de muchos sobre las consecuencias de un mundo desigual.
Lo peor sobrevendrá por parte de aquellos que resistan asumir el fenómeno cediendo parte del gran pastel que hoy manducan. En la Historia, ningún Imperio o casta de privilegiados eternizó su poder, y mucho menos su declinación arrastrando al resto tras de sí.
La derecha europea, con Berlusconi a la cabeza, pretende resolver el pleito entre los fabulosos privilegios de unos pocos y una realidad abismalmente desigual, empleando la porra y los cañones (el aceite de ricino pasó de moda).
Es la misma receta que Bush, Aznar y Durao Barroso implementaron en la tenebrosa velada de las Azores para con el territorio de Iraq, cuando Rupert Murdoch (el amo del patriota Aznar), sostenia que, invadiendo su territorio el barril de petróleo costaría veinte dólares...
La providencia del mafioso compulsivo que administra Italia, es por ahora implementar la caza selectiva del indocumentado, puertas adentro. Muy pronto quienes le han votado -entre ellos ex comunistas o socialistas- serán sus cómplices activos. De manera tal que, el suelo patrio se dividirá entre delatores, abstinentes, y gentes que les amparen por moral o conveniencia.
Para Italia este canibalismo comporta un auténtico desastre; para el resto del Continente una seria amenaza de aplicar el programa que rige en países de Latinoamérica y otras áreas.
El sinuoso procedimiento de fractura social ya lo había prohijado como programa electoral Mariano Rajoy. Pero los más capaces de convertirlo en doctrina son hoy sus rivales; los mediaticos y sus símbolos vivientes dentro de la formación (San Gil, Ortega Lara, y los que salgan al ruedo, jaleados por Aznar, Mayor Oreja, la Aguirre y toda esa patulea fascistoide, hasta ayer agazapada).
La pregunta que importa a quienes se posicionan contra el neofascismo globalizador, es: ¿acredita el Gobierno Socialista un programa alternativo al de Berlusconi y sus siameses hispanos para con la desigualdad planetaria?
¿Verdad qué no?
Pues entonces, mucho me temo que los caníbales de estos incios del siglo XXI, blanquitos de alma oscura y menos radiantes, seamos nosotros.
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